Las interpretaciones que se han dado de la desaparición de Tartesos desde el siglo XX, defendían que sólo una catástrofe pudo hacer desaparecer una cultura tan brillante, bien de manera natural o incluso por parte de alguna potencia militar como la cartaginesa. Incluso hay elucubraciones menos científicas que colocarían a Tartesos como la extinta Atlántida. En la actualidad se puede saber casi con absoluta certeza que los motivos de la desaparición de Tartesos fueron otros muy distintos, me atrevo a decir incluso que dicha desaparición fue más nominal pasando a continuarse por la turdetana que una extinción en toda regla.
Íntimamente relacionado con el debilitamiento del comercio fenicio en las costas andaluzas, allá por el séptimo siglo a.C. Muchas ciudades se van abandonando así como necrópolis fenicias y si no se abandonan en su totalidad, se reconvierten. Son razones de tipo político. Los fenicios estaban interesados en la explotación minera de la zona, debido a la gran demanda que existía en Oriente y más concretamente en Tiro. Esas relaciones comerciales se interrumpen debido a la presión asiria y la reducción en los intercambios de metales por productos manufacturados.
Ello provoca un declive en una de las economías básicas de la civilización tartésica. Se tiene dificultad para dar salida a sus minerales, dicha dificultad se intenta paliar abriendo relaciones comerciales con los griegos, tal y como lo atestiguan la gran profusión de cerámica griega en todos los yacimientos onubenses entre los años 580 y 550 a.C. Esta nueva red comercial vuelve a ser interrumpida esta vez por los cartagineses, que impedían el tráfico de mercancías por el estrecho. El pueblo cartaginés mucho más belicista que los anteriores cambia la política a seguir en la Península desplazando la zona de control al levante como ocurre con la fundación de Cartago y parece demostrarse con el alza de las explotaciones de las minas de sierra morena y otras cercanas a Cartago. A partir del 550 a.C. parece tener sentido el desarrollo de la nueva cultura en el valle del Guadalquivir conocida como turdetana.
¿Pero fue la cultura turdetana sólo continuismo de la anterior? ¿Llego una época de declive o por el contrario de apogeo con la Turdetania?Una de las mayores incógnitas para la arqueología es, sin duda, ubicar en la península Ibérica la presunta localización de la mítica ciudad de Tartessos, cuyo máximo esplendor se dio entre los siglos VII y VI a. de C.
Aunque la escasez de pruebas impide certificar que existiera semejante urbe, los textos del historiador griego Heródoto hablan de ella. Relataba que, hacia el siglo VI a. de C., una nave con tripulantes focenses provenientes de Jonia (Grecia) fue desviada, por causas climatológicas, unos kilómetros más allá de las famosas columnas de Hércules. La desgracia se tornó en alegría cuando los marineros griegos, comandados por Colaios de Samos, contactaron con una cultura que parecía instalada en la más abrumadora abundancia. Sorprendidos por el hallazgo, trabaron amistad con el rey de aquel pueblo, cuyo nombre era Argantonio.
Este famoso monarca del sur peninsular pudo haber nacido, según los textos helenos, hacia 670 a. de C., y ocupó el trono del hipotético emporio social y minero desde 630 a. de C hasta 550 a. de C., fecha de su fallecimiento, cuando tenía 120 años. Según los filólogos, su nombre vendría a significar hombre de la plata, si bien, algunos expertos determinan que, más que un solo gobernante, deberíamos pensar en una dinastía integrada por varios representantes que fueron asumiendo el poder bajo el mismo nombre. En todo caso, existe un sonoro debate sobre el origen de los tartesios: unos apuntan una procedencia indoeuropea y otros una raza griega.
Son escasas las fuentes documentales sobre el origen de este pueblo ibérico. Las más fiables serán Heródoto, Anacreonte y Estrabón, y, en todos los casos, tan exiguas como difusas. Hasta la fecha, no podemos concretar si Tartessos fue una invención de los clásicos, que utilizaron la supuesta fábula para aumentar la leyenda mitológica de sus pueblos marineros.
Muchos expertos preconizan la posibilidad de un Tartessos conformado por élites comerciantes que, simplemente, acumulaban los beneficios económicos de su trato con los fenicios. También señalan que pensar en un reino establecido es absurdo, ya que no se han encontrado vestigios arquitectónicos que nos hagan sospechar algo de mayor calado que simples estructuras aldeanas con escaso tejido social.
Por tanto, los griegos habrían llegado a la zona con evidente interés colonizador, dados los inmejorables recursos naturales que ofrecía aquella tierra. Argantonio conservaba el arraigo de su país ancestral y por eso habría recibido con generosidad y cariño la llegada de los helenos.”
Un rey que va más allá de las leyendas, forma parte de la mitología como lo hicieron Gárgoris o Habis pero esta vez nos estamos refiriendo al primer Rey Tarteso con referencias históricas.
Decía Heródoto que fue un Rey que vivió 120 años de los cuales 80 fueron como Rey, un reinado rico y venturoso.
Los focenses, predecesores de los fenicios, cuentan que la vida de Argantonio llega del año 670 al 550 a.C. y que su reinado comenzó en 630. Todos estos datos, aunque con base real, ilustran, sobre todo, el valor de la longevidad como fuente de paz y riqueza. Argantonio habría sido un gran rey porque fue viejo, muy viejo, y fue mejor porque empezó ya viejo a ser rey.
Hoy la Historia se alimenta del mito. Quizá mañana el Mito alimentará la Historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario