Gonzalo Fernández de Córdoba es una de las figuras más importantes de su época, no sólo por ser un genio militar, artífice de la maquinaria bélica que forjaría el Imperio Español, sino por ser un gran político que supo ganar Italia para la Corona de Castilla y Aragón. Es sobre todo un hombre de los nuevos tiempos, un hombre renacentista, que no se siente limitado por nada y que reclama la gloriosa herencia de Grecia y Roma, frente a la superstición, el inmovilismo y la intolerancia medieval. Es en definitiva uno de los personajes claves en la historia de Europa.
Gonzalo de Aguilar y Fernández de Córdoba nació en Montilla, Córdoba, el 1 de septiembre de 1453, en el seno de la noble familia de los Aguilar, una de las familias más importantes dentro de la nobleza andaluza. La familia Aguilar vivía en la frontera, entre el reino cristiano de Castilla y el reino musulmán de Granada, era una familia de nobles terratenientes dedicados a la ganadería, que debían defender a menudo con las armas sus rebaños, sus pastos y sus charcas de agua de las incursiones de musulmanes que cruzaban la frontera y de otros terratenientes. Gonzalo era el segundo hijo de Pedro Fernández de Córdoba, por tanto el señorío de los Aguilar pasaría al primogénito de la familia, a su hermano mayor, Alonso. Gonzalo, como segundón que era, debería labrarse un futuro por medio de las armas, como la mayoría de los segundones de la nobleza, que merced a sus logros militares, ganaban tierras, dinero y prestigio. En 1465, su hermano Alonso de Aguilar, se alzó contra el rey Enrique IV, apoyando a los rebeldes del infante Alfonso en la guerra civil que sacudiría toda Castilla. Esta decisión cambió la vida de Gonzalo, ya que a sus doce años y por mediación de su hermano, entró a servir en el sequito del infante Alfonso. Gonzalo pasaría de ser un hombre de frontera a ser un cortesano.
Como paje del infante Alfonso, Gonzalo vio la guerra civil de cerca, vio cómo los caballeros con armadura pesada se alanceaban ritualmente en la segunda batalla de Olmedo en 1467, cómo se entretejían acuerdos diplomáticos y finalmente vio cómo su bando perdía la guerra al morir el infante Alfonso en una refriega en la localidad de Cardeñosa en 1468. Tras morir el infante al que servía, Gonzalo no tenía nada que hacer y regresaría a Montilla. La guerra marcaría su vida para siempre, Gonzalo vio como los caballeros jugaban a matarse, pero eran incapaces de decidir el resultado de la guerra en una batalla, el vencedor siempre era el que más hombres poseía y el que mejor sabía negociar. Gonzalo rompería con esa forma de luchar en los años venideros y se tomaría la guerra como un arte al que dedicaría todo su intelecto. Gonzalo desarrollaría la guerra total como medio para obtener resultados y rompería con la tradición caballeresca del medievo. El Gran Capitán es el inventor de la guerra moderna.
Tras regresar a Montilla, Alonso de Aguilar y Gonzalo volverían a la monotonía de las guerras entre nobles andaluces por una charca de agua o unos pastos para el ganado. Gonzalo cayó prisionero de los eternos enemigos de los Aguilar, los condes de Cabra, en 1474, en una de estas reyertas entre terratenientes ganaderos. El mismo año que Gonzalo entró en prisión murió Enrique IV y su hermana Isabel fue proclamada reina de Castilla con el apoyo de los nobles, en lugar de la legítima heredera al trono, la hija del rey, Juana. Isabel y su marido, Fernando de Aragón, se encargaron durante años de extender el rumor de que Juana no era hija legítima del rey, sino que era realmente hija del principal consejero del rey, Beltrán de la Cueva. Muchos nobles se creyeron gustosamente esta mentira y apoyaron a Isabel, deseosos de socavar aún más el poder de la monarquía y sabedores de que Isabel recompensaría a los que estuvieran de su lado si llegaba a reina. Juana, apodada “La Beltraneja” por sus enemigos, inició una nueva guerra con el apoyo de su marido, Alfonso V de Portugal, y de varios nobles castellanos, para recuperar sus derechos al trono usurpados por Isabel de Castilla. En 1476, las tropas de Castilla vencerían a los portugueses en Toro y la nobleza que apoyaba a Juana desertaría y juraría lealtad a la reina Isabel. Tras esta victoria, los Reyes Católicos se dedicarían a someter a su poder a la levantisca nobleza y a poner paz en los interminables conflictos nobiliarios, gracias a lo cual, Gonzalo seria liberado de su cautiverio. Tras ser libre y apoyándose en un lejano parentesco con el rey Fernando, (tenían el mismo bisabuelo), entró a servir en la corte de los Reyes Católicos ese mismo año de 1476. En la corte Gonzalo perfeccionaría su educación con varios maestros que pusieron a su disposición y deslumbraría a todos con su experto manejo de todo tipo de armas, siendo candidato por ello a ingresar en la Orden de Caballería, orden que estaba a punto de desaparecer con los nuevos tiempos. Como guerrero que servía en la corte, Gonzalo participó exitosamente en la guerra contra los portugueses y partidarios de Juana, comandando un grupo de 120 caballeros en la escaramuza de Albuera en Badajoz en 1479, el último año de la guerra.
En 1479 el “Tratado de Alcáçovas” ponía fin a la guerra sucesoria entre Castilla y Portugal con el triunfo de Isabel. Los Reyes Católicos desarrollarían tras la guerra un programa para unir bajo su autoridad a nobles, ciudades y obispos, acabar con el bandolerismo y perseguir la herejía, creando con todas sus medidas un Estado Moderno, autoritario, unificado bajo el catolicismo y fuerte. Tras poner en orden el reino, los Reyes Católicos iniciarían una política de expansión, siendo su primer objetivo la conquista de Granada, último reino musulmán en la Península Ibérica.
La Campaña de Granada (1482-1492), será la piedra de toque donde se forjará Gonzalo como gran militar y político. Castilla aprovechará las luchas dinásticas del reino nazarí para ir poco a poco conquistando plazas fuertes y ganando terreno. Entre 1485 y 1489 los cristianos conquistarán Ronda, Marbella, Loja, Málaga… hasta que finalmente el rey Abu-el-Abdil, llamado Boabdil por los cristianos, rendirá la propia ciudad de Granada y capital del reino a los Reyes Católicos en 1492, tras tres años de asedio. Gonzalo con apenas 30 años y comandando una compañía de 120 lanceros, se convertirá en un héroe en la guerra, por su participación vital en la toma de Loja y en el sitio de Illora en 1486, plaza de la que será nombrado alcaide. El 14 de Febrero de 1489 Gonzalo, con 35 años de edad se casará por segunda vez con María Manrique, una dama noble de la cámara de la reina, con este matrimonio asegurará su posición de influencia en la corte. Gonzalo había estado casado de joven con su prima Isabel de Sotomayor, un matrimonio del que apenas se tienen datos, pero que se sabe que fue muy breve y que no dejó descendencia por la repentina muerte de su esposa. Además de conseguir sus primeras hazañas bélicas, Gonzalo se convertirá en un gran espía y negociador durante la campaña granadina, siendo obra suya la rendición del rey Boabdil, con quien tenía una gran amistad. Tras la guerra de Granada, Gonzalo se había convertido en el hombre de confianza de su “primo” Fernando el Católico y había obtenido importantes recompensas, como una encomienda en la Orden de Santiago, rentas sobre el comercio de la seda y el señorío de Orvija.
Tras conquistar Granada, las miras de los Reyes Católicos se posarán sobre Italia, tierra ambicionada desde hacía tiempo por la Corona de Aragón en su expansión mediterránea y cuyo dominio les era disputado por Francia. En 1495, Carlos VIII, rey de Francia, invadió Nápoles para “liberarlo” del dominio aragonés. Gonzalo fue designado por los Reyes Católicos para defender los intereses españoles en Italia y resolver el problema. Gonzalo, con un ejército de 5000 infantes y 1000 caballeros, desembarcó en Calabria, sufriendo al poco la primera y única derrota en su vida, en la batalla de Seminara, frente a los franceses comandados por D’Aubigny. Pero Gonzalo se sobrepondrá a este primer revés y a los pocos meses recuperará toda Calabria, expulsando a los franceses. Sus éxitos militares, entre los que destaca la marcha hacia Atella, le valieron el apodo por parte de sus tropas de “Gran Capitán” y tras su regreso a España en 1498 el título de Duque de Santángelo. Antes de regresar a España en 1498, Gonzalo se encargó de apresar por deseo del papa Alejandro VI, al corsario Menaldo Guerri, el cual llevó encadenado a Roma, recibiendo por ello la Rosa de Oro de manos del papa. En 1500 fue enviado a Italia por segunda vez con el encargo de aplicar el Tratado de Chambord-Granada de 1500, tratado que repartía el reino de Nápoles entre los Reyes Católicos y el rey de Francia. Pero el fracaso en un reparto consensuado desembocó en una nueva guerra. Los franceses contaban con una enorme superioridad numérica, que obligó al Gran Capitán a usar todo su ingenio de gran estratega, para poder defender las plazas fuertes que estaban en manos españolas hasta poder obtener refuerzos. Tras este periodo a la defensiva, vendrían las obras maestras del Gran Capitán: las victorias de Ceriñola y Garellano.
El Gran Capitán derrotó en la batalla de Ceriñola, en el año 1503, al ejército francés mandado por el duque de Nemours, que murió en el combate. Ceriñola fue una batalla decisiva que dio el control de todo el reino de Nápoles a España, en ella la infantería española, perfectamente adiestrada y coordinada. se impuso sobre los mucho más numerosos caballeros franceses, que carga tras carga se estrellaban contra el muro de infantería española Tras repeler los ataques, el Gran Capitán contraatacó y destrozó a los franceses. Después de esta batalla, el rey francés Luís XII mandó un nuevo ejército, que fue derrotado magistralmente por el Gran Capitán a orillas del río Garellano en 1504 Tras esta gran victoria, los franceses tuvieron que rendir la plaza fuerte de Gaeta y abandonar Italia. El Gran Capitán había conseguido victorias completas y decisivas que permitieron ganar la guerra, había creado la guerra moderna. Para obtener estos decisivos triunfos el Gran Capitán había inventado una nueva forma de luchar basada en una infantería dividida en piqueros, ballesteros y arcabuceros, una infantería desplegada en profundidad, apoyada por artillería y que se movía de forma perfectamente coordinada, una infantería con espíritu de cuerpo y gran moral. El Gran Capitán había creado “Los Tercios de España”, que mantendrían durante dos siglos su preponderancia militar en Europa y América, llevando a España a sus más altas cotas y siendo la maquinaria que forjaría un imperio sobre el que nunca se ponía el sol.
Después de sus espectaculares victorias, que cambiaron la forma de hacer la guerra, Gonzalo será nombrado virrey de Nápoles, cargo en el que estará cuatro años, hasta que las desavenencias con su antaño gran amigo y pariente, el rey Fernando, hicieron que Gonzalo fuera acusado de mala gestión y destituido. Pero el Gran Capitán presentó unas cuentas de su gestión a su regreso a España, que aún hoy en día son ejemplo de meticulosidad. Tras lavar su nombre y dejar en evidencia al rey, Gonzalo se retiró a Loja, sabedor de que nunca más le darían un cargo público, ya que el rey estaba en su contra y la reina Isabel había muerto en 1504. Pese a las ofertas que le hicieron los franceses para que comandara sus ejércitos, Gonzalo se mantuvo fiel a su rey y vivió en su retiro hasta su muerte, acontecida en el año 1515. Gonzalo murió, pero la fama ganada en el campo de batalla no moriría. Se convirtió en un ejemplo de buen militar y político, prototipo del soldado del renacimiento, un hombre preocupado por las artes y las ciencias, y que gustaba mucho de leer. Un hombre cautivado por Italia y por el pasado esplendor greco-romano, que odia la brutalidad y la superstición medieval. Un militar que enseñó a sus soldados a respetarse, que además de jefe era amigo de sus tropas, y que les enseñó un espíritu de cuerpo que les permitió derrotar a los mejores caballeros de la época. El Gran Capitán es el hombre que marca el comienzo de la Edad Moderna y el nacimiento del imperio hispánico.
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