“Terribilis est locus iste” Este lugar es terrible es la inscripción que da la bienvenida en la iglesia de Renne – Le-château, un presagio de lo que han de encontrar aquellos que ingresan esperando encontrar un sitio de recogimiento.
Para aquellos cuyos criterios y preceptos propios de la religión no le permiten aceptar nada más que la decoración clásica predominante en las iglesias católicas éste no es el lugar indicado a visitar y es que entrar a un santuario religioso donde quien le recibe es precisamente el diablo no es precisamente una buena idea.
Antiguamente llamada Aereda era una ciudad de 30.000 habitantes ubicada en las inmedaciones de los rios Aude y Sals fue fundado por los godos posteriormente habitado por árabes y luego cátaros . Destruido casi en su totalidad durante el siglo XIV y sólo fue reconstruido hasta finales del siglo XIX pero para entonces su población no superaba los 200 habitantes algunas cuantas casas a lo largo de la montaña y una iglesia casi en ruinas.
Según la leyenda “El linaje cripto-merovingio se perpetuó en la sombra hasta nuestros días, de modo que el “Rey Perdido”, el “Gran Monarca” pues este regio linaje tendría su origen en el vástago del propio Jesús tras su unión con Maria Magdalena, que fue llevada tras la crucifixión clandestinamente a la Galia donde se refugio, pues ya existían allí comunidades judías, está presente de incógnito entre nosotros. “Cuando llegue el momento, se manifestará”. Basados en este relato se arrastró hasta nuestros días la creencia de que allí estaba ubicada la tumba de María Magdalena así como la de su estirpe, entre los que se cuenta el Maestre de los Templarios Bertrand de Blanchefort, familia a la que pertenecia Marie de Hautpoul de Blanchefort, quien supuestamente poseía un gran secreto que había pasado de generación en generación y ella por no poseer heredero entrega el secreto a su confesor, Antoine Bigou a quien le encarga trasmitir dicho legado a alguien digno de confianza. Bigou esconde los documentos en los pilares del altar y coloca una misteriosa baldosa en la lápida de la marquesa el día 17 de enero de 1781
Estación VIII
Un soldado franco aguanta la túnica roja de Jesús, mientras ante él hay una mujer con un velo de viuda y un niño envuelto en una tela escocesa de color azul. Los masones se hacen llamar: “el hijo de la viuda”, del mismo modo que existen en la franco-masoneria el rito escocés y el grado azul.
Esta no es precisamente la imagen de Jesús resucitado elevándose sobre el sepulcro. En cambio vemos a unos personajes que al amparo de la noche transportan el cuerpo sangrante de Jesús. -Obsérvese la herida en el lado izquierdo del cuerpo- Esta imagen suele interpretarse como lo que pudo suceder después de un simulado entierro: Algunas personas se llevan el cuerpo aún vivo de Jesús
¿La leyenda se convierte en realidad?
Nuevos descubrimientos realizados en Rennes-le-Château, que van a ser desvelados en el documental “Bloodline”, quizás confirmen la antigua hipótesis de que Jesús y María Magdalena tuvieron descendencia. ¿Qué secretos guardaba el abad Saunière? ¿Quién es la mujer hallada en la tumba descubierta? Parece ser que el investigador británico Ben Hammott, junto al director de cine Bruce Burgess y el productor René Barnett van a hacer público lo que tantos años llevan intentando desvelar. ¿Fue Francois Bérenguer Saunière el responsable de guardar el secreto de la descendencia de Jesús y María Magdalena en Europa?
Un documento inédito que de ser cierto, podría hacer tambalearse los cimientos del catolicismo.
Rennes-le-Château y Hammott
La afición de Hammott por Rennes comenzó tras ver un documental en que Henry Lincoln (coautor de El enigma sagrado), relataba los misterios de este lugar. Al poco tiempo decidió emprender su propia investigación y en 1999 realizó su primer viaje a este mágico pueblo. Tras el estudio e inspección de los murales y otros rincones del templo de Saunière, llegó a la conclusión de que algunos puntos indicaban un lugar en concreto de los aledaños. En este lugar encontró una cueva.
Aquí os dejo la traducción literal del mismo Hammott sobre lo que encontró en este lugar.
Ben Hammott.
“Lo que sigue es una descripción breve de la tumba y cómo he descubierto su ubicación:
La tumba que se muestra en esta página fue descubierta por algunas de las pistas que Sauniere incrustó en los adornos de Rennes-le- Château y su iglesia dedicada a María Magdalena y que he podido descifrar. Por razones obvias, en este momento, no puedo entrar en los detalles de qué métodos utilicé o como llegué a esas pistas.
Las pistas me condujeron a una ubicación en la ladera circundante, y después de una búsqueda exhaustiva de muchas horas, finalmente, junto con mi hermano que me había acompañado en este viaje, encontremos la situación del lugar que estábamos buscando.
El sitio estaba bastante oculto y no lo encontremos hasta dar un segundo vistazo en el mismo lugar. Creo también que el sol estaba en un ángulo ideal para destacar la apertura, haciéndola más visible de lo que normalmente sería. Nos embargo una gran emoción ante la sensación de haber descubierto aquel lugar que tanto habíamos buscado, ante la posibilidad de que a pocos metros de nosotros se encontraba una tumba o tesoro realmente importante. Al encender nuestras linternas en la oscuridad me sentí un poco decepcionado al ver un conjunto de huellas en la tierra suave que cubre el suelo de la cueva. No parecían frescas sin embargo, pensé en el momento que quizás eran de Saunière. Después de aventurarnos más en el interior, encontré un pasillo que se adentraba unos veinte metros, otro pasaje pequeño y angosto se abría en un lateral y se curvaba al final impidiéndonos continuar por allí.
Volvimos a la apertura principal, y comencemos una búsqueda exhaustiva, buscando cualquier signo o marca, tallados en las paredes rocosas como señal de que Saunière había estado allí antes. Todos sabemos cómo le gustaba dejar su marca, pero no hubo nada; ni una sola marca en ningún lugar.
En punto más alto la cueva dejaba sitio suficiente para levantarse y fue aquí que encontré que no estábamos solos – un par de murciélagos había hecho de éste lugar su hogar. La gran parte del techo de la cueva era mucho más baja, y con pendientes y grandes protrusiones en muchos lugares. Esto significó que tuvimos que rastrear de manos y rodillas durante gran parte del tiempo y, a veces incluso arrastrarnos bajo las zonas más angostas para llegar a otras cavidades más grandes. Un par de horas y unos cuantos agujeros excavados más tarde, todavía no habíamos encontrado ningún tesoro ni nada de interés. Era hora de regresar y prestar un poco más de atención a la primera apertura que habíamos encontrado.
Arrastrándonos de nuevo lentamente, la luz de nuestras linternas iluminaron los techos que estaban plagados de arañas, algunas de ellas de un tamaño considerable. Esto me hizo acelerar bastante mi marcha porque odio las arañas. Cuando lleguemos de nuevo a la primera apertura, la que se curvaba al final, como era demasiado estrecha para nuestros tamaños, tuve que pensar algo para poder llegar allí con la cámara. Pensé que si querían ocultar algún tesoro en esa cueva, ese lugar sería bueno por estar oculto a la vista. Busqué una rama larga que terminaba en forma de gancho, con la intención de enganchar en ella la cámara de video y poder llegar hasta la curva de la apertura. Si allí había algo, la película de la cámara lo revelaría sin correr más riesgos de lo necesario y sin tener que volver a enfrentarme a otro nido de arañas aterradoras.
Mientras preparaba la rama para la operación, la cámara que estaba preparada y conectada para grabar a mis pies, de repente, desapareció.
Mirando sorprendido a mi alrededor me di cuenta de que había caído por un agujero. El hueco, sólo ligeramente mayor que la cámara, pasaba totalmente inadvertido. El hueco era largo y estrecho, mirando con la linterna veía la parte posterior de mi cámara pero estaba demasiado hondo para llegar a ella con mi brazo y era demasiado estrecho para mi cabeza. No todo se perdió, porque si la veía, sabía que podría recuperarla.
Con la ayuda de una pequeña cuerda y el palo ganchudo conseguí al final recuperarla y comprobé que todavía funcionaba. Ya se hacía tarde, y pensando que por aquel día ya habíamos explorado lo suficiente y también, imaginando por las huellas de pisadas que aquel lugar ya habría sido explorado por otras personas, con lo cual, de haber algo oculto, ya lo habrían encontrado, tapemos el agujero con una piedra para salvaguarda de los animales (idea de mi hermano) y regresemos dejando en paz a murciélagos y arañas.
Mi hermano y yo habíamos ido a Rennes en mi vieja caravana, allí regresemos y tras comer y descansar, algo sonó en los bajos y se averió misteriosamente. La caravana no podía repararse en Francia con lo que tenía que volver remolcada a Inglaterra. Esto significaba que teníamos que contratar un automóvil y permanecer en hoteles en el viaje de vuelta. Fue en uno de estos hoteles cuando decidí ver las secuencias que habíamos grabado ese día. Conecté la cámara a la televisión de mi habitación y cuando llegó a la parte donde la cámara cayó el agujero, vi las imágenes que se habían registrado; una tumba, un cuerpo completo envuelto en un sudario, algo que brillaba en la luz – pensé que tenía que ser oro – pero el objeto que más me extrañó de todo fue una gran Cruz de madera inclinada contra la pared. No se puede imaginar mi emoción al ver la tumba, había sido en el lugar adecuado después de todo, al final realmente las pistas dejadas en la iglesia por Saunière eran correctas y aunque la suerte había desempeñado un papel importante, siguiendo las pistas, había encontrado una tumba oculta en el paisaje de los alrededores de Rennes-le-Château.”
Según el investigador, la cueva es una cavidad natural con posteriores excavaciones artificiales donde los caballeros del Temple podrían haber escondido sus preciados tesoros de forma un tanto apresurada poco antes de su arresto y “¿disolución?” en el año 1307. El secreto de este enclave quedaría en manos de una familia local, pasando de generación en generación hasta que llegó a manos de Saunière, a través del pergamino del abad Bigou.
Según el investigador Nicolas Haywood, familias nobles como los De Blanchefor, los Aniorts, los De Nègre y los D´Hautpoul vigilaron el lugar hasta que la responsabilidad recayó sobre los sacerdotes. De ahí el estrecho vínculo que unió a Bigou, Saunière, Boudet y Gelis.
El derrumbamiento en la cueva se presume poco después de la muerte de Saunière e incluso se especula que su muerte se debió a que el abad hurtó algún objeto de ella. ¿Fue el derrumbamiento provocado a propósito para que no se volviesen a repetir los robos?
Algunos objetos parecen ser de finales del XIX; unas copas y un libro. “Es probable que en el pasado, cuando la entrada estaba abierta, la tumba recibiera la visita de personas que conocían su existencia y que utilizaran esas copas para realizar algún tipo de ceremonia. Parecen cálices religiosos procedentes de alguna iglesia. Sobre el libro, la portada está muy deteriorada y todavía no hay muchos datos al respecto, -apunta Hammott”. Sobre el sudario con la cruz templada, cree que no debe de ser muy antiguo, a lo sumo un siglo, y que fue llevado allí para sustituir a otro más antiguo.
Con un invento casero, Hammott logró extraer unos cabellos del cadáver que fueron posteriormente analizados en los laboratorios de la Universidad de Lakehead (Canadá). El ADN, aunque bastante deteriorado, arrojó el resultado de que es raro y originario del Oriente Próximo, pese a que no se pudo concluir con este estudio el sexo del cadáver, un primer estudio antropológico ha asegurado de que se trata de una mujer.
Pese a lo sorprendente y enigmático del descubrimiento de la tumba, no se queda aquí la cosa. Hammott descubrió otros indicios en la iglesia de Rennes-le-Château que le condujeron a un escondrijo en el que halló cuatro botellas verdes cerradas con sellos pertenecientes a los siglos XIX o XX. En su interior encontró enigmáticos documentos escritos por el propio Saunière, tal y como confirmaron posteriores análisis caligráficos.
En las cartas Saunière revela la perturbadora confesión de ser el responsable de la muerte del abad Antoine Gelis, párroco del pueblo vecino de Coustassa. (¿Quizás Gelis se enteró de lo que se guardaba en Rennes y Saunière se lo quitó de en medio? Otro enigma más para engrandecer más, si cabe, todo el misterio que envuelve a este lugar).
En los documentos de las botellas, Saunière también hablaba de la existencia de una cueva, llamada Gruta de la Magdalena, donde podría estar guardado un baúl con los pergaminos del abad Bigou, la copa de Jesús y María y el recipiente de la unción.
La línea diagonal del cuatro termina en una flecha que indica una pequeña caverna, un pasadizo donde excavé y encontré la primera botella con el primer mensaje. La abrimos durante un congreso sobre Rennes que se realizó en Glastonbury (Reino Unido), porque Sandy y yo pensábamos que era importante abrirla en presencia de testigos, de manera que nadie pudiera acusarnos de alterar su contenido. El documento era un simple trozo de papel, amarilleado por el paso del tiempo, de 19×12 cm. Por las dos caras había información escrita con tinta roja. Recientemente, hemos datado el papel y la tinta y son anteriores a 1919”
Mensajes embotellados
El contenido de las botellas ha dado un giro al enigma. “El primer mensaje tenía poquísimas palabras y algunos dibujos. Un primer grupo de términos franceses y latinos mezclados; ·Jerusalén·, ·Estoy aquí·, ·Sanctus·, ·Corpus·, ·Tumba·… que he llamado códice Jerusalén”. Este mensaje simplemente alude a las cosas que había que encontrar una vez fueran descifrados los indicios.
Y comenta también que la alusión a la tumba le hizo pensar “en el principio de su diario, fechado el 21 de septiembre de 1891:`cartas desde Granes, descubrimiento de una tumba, el atardecer, lluvia´ ¿Que tumba había descubierto Saunière?
Si las botellas de vino contenían pistas, la otra de menor tamaño contenía una llave, una llave antigua que abría un baúl con el que dieron después.“Encontramos la botellita en un lugar entre la Roca Negra y el Château de Blanchefort. Seguíamos con dificultad las pistas de Saunière y no sabíamos cómo interpretar las palabras `Cista´y `Clavis´´. Antes de abrir la botella notamos que en su interior había algo de peso que tintineaba contra el vidrio. Teníamos la esperanza de que pudiera tratarse de una llave, y así fue”.
En la cavidad hallaron también una copa de porcelana, un cuenco para unciones o unquentarioum, una treintena de monedas antiguas y una jarra de cristal con un pergamino enrollado.
Dataciones del baúl por especialistas han determinado que es del siglo XIII, en la superficie está representada una araña, símbolo de la familia D´Hautpoul, señores de Rennes descendientes de una estirpe de templarios. El pergamino de la jarra de cristal, tras examinarse con Carbono 14, parece datar de la mitad del siglo XV. Incluso la misma jarra es posiblemente el elemento más antiguo, pues se trata de un pequeño recipiente para ungüentos de un tipo de vidrio romano que imitaba el alabastro, datado entre los siglos I y II.
Esta jarra parece ser que anteriormente estuvo oculta en el capitel del viejo balaustre de la iglesia. Allí la encontró Antoine Captier, organista de la iglesia en la época de Saunière. Captier le entregó el hallazgo al abad, y éste se lo confiscó, siendo la última vez que Captier viera la vasija. Se intuye que la vasija y el pergamino fueron puestos allí por el anterior párroco, Jean Bigou y que en el pergamino se indicaba la localización de alguna especie de secreto o tesoro, pues Saunière, tras apoderarse de esa información comenzó una serie de excavaciones clandestinas en el cementerio de la parroquia y, a partir de ese momento, acabaron sus penurias económicas.
El cofre
El baúl fue encontrado gracias a todos los indicios que Saunière dejó ocultos, lo cual no indica que fuera el mismo quien lo llevara hasta allí, pero sí que conocía su existencia.
El contenedor está lleno de trozos de papeles de libros usados por los encuadernadores. Saunière contrató un encuadernador para que se ocupara de los libros de su biblioteca, así que no es descabellado pensar que él y Marie Denarnaud utilizaron papeles sobrantes para rellenar el baúl.
Todos los elementos han sido estudiados por expertos. La copa es de una terracota de uso común entre el siglo I a.C. hasta el siglo I d.C. La jarra pertenece al primer siglo jerosalamita y se presume que en su día contuvo ungüentos o preciados perfumes. Las 30 monedas abarcan un período comprendido entre el año 100 a.C. y el siglo XII. Algunas eran de curso legal en Jerusalén en tiempos de Jesús y María Magdalena. Incluso una de ellas presenta una imagen de Cristo.
No es muy normal que un lugar tan pequeño e insignificante como Rennes sea el epicentro de tantos enigmas históricos. Y cuando el río suena…
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