viernes, 1 de agosto de 2014

El mal Samaritano

El Mal Samaritano:
Detrás de las Mentiras y Encubrimientos
acerca del Hombre Considerado como Dios
por Lynn Picknett y Clive Prince
1º de Agosto de 2008.
La rivalidad alcanzó un punto culminante cuando, aproximadamente dos siglos antes de Jesús, los judíos conquistaron Samaria y destruyeron su templo, otra razón para el resentimiento de los samaritanos. Fue sólo con el advenimiento del dominio romano que Samaria fue liberada de la subyugación judía.
Pero de los muchos enigmas que rodean a Jesús, quizás el más fundamental es el choque entre los elementos judíos y paganos en su misión.




Ciertos pasajes del Nuevo Testamento son inequívocamente nacionalistas judíos recalcitrantes, como la reclamación de Jesús del título de Mesías, un papel que (a pesar de la redefinición posterior hecha por los cristianos) sólo tiene sentido en términos judíos. El Mesías —el "Ungido", en griego "Christos"— debía ser el gran redentor, que reuniría y conduciría a las doce tribus de Israel para echar a los romanos, antes de cumplir finalmente la promesa de Dios de extender su dominio a todas las otras naciones.




Por supuesto, Jesús claramente dejó de cumplir aquel papel. Desde la perspectiva de los judíos, él consiguió exactamente lo contrario, engendrando una religión que, en su nombre, los sometió a siglos de subyugación. Por eso sus embrutecidos seguidores tempranos cambiaron el énfasis entero del "Mesías", con Pablo iniciando el nuevo giro con la noción que ha sostenido al cristianismo desde entonces: en vez de ser un líder militar judío puro y duro, el nuevo Mesías era un dios-hombre cuya muerte redentora y su resurrección ofrecían la vida eterna a todos los que lo aceptaran, sin tener en cuenta sus antecedentes étnicos o religiosos.




Pero los redactores de los evangelios aún así aseguraban que Jesús estaba asociado con las viejas profecías del Mesías, tales como la entrada en Jerusalén montado en un burro, que era una declaración inequívoca de la calidad de Mesías. Incluso aunque en la época de los evangelios el movimiento cristiano ya había adoptado la doctrina de Pablo de que el mensaje era para toda la Humanidad, la evidencia interna muestra claramente que Jesús mismo tuvo la intención de confinar las "Buenas Nuevas" al pueblo de Israel. Vemos esto en el relato de Jesús y la mujer siro-fenicia en el Evangelio de Marcos, donde al principio él rechaza curar a su hija poseída porque ella no pertenecía al pueblo elegido —incluso llamándola "perro", el término racista usado por los judíos para referirse a los gentiles—, sólo cambiando de opinión cuando ella implícitamente reconoce la superioridad del dios de él. Como varios eruditos admiten, dado que esto contradice la propia posición del redactor del evangelio, debe de ser auténtico.






Por otra parte, algunos pasajes bíblicos son difíciles de hacer equivalentes con el judaísmo, sobre todo aquellos acerca de los rituales más privados de Jesús, siendo el más obvio la Eucaristía, la comida simbólica de su "cuerpo" como pan, y la bebida de su "sangre" como vino, que él supuestamente estableció en la Última Cena. Tal rito, incluso simbólicamente, era impensable para un judío, para quien ingerir la sangre humana era una abominación. De hecho, ello se entiende de manera mucho más nítida en los cultos de Misterio de romanos, griegos y egipcios, donde los dioses eran simbólicamente devorados para forjar una comunión espiritual entre el miembro del culto y la deidad. La importación de tales prácticas en el judaísmo habría sido considerada por la corriente predominante como algo blasfemo. También se ha acumulado evidencia durante las últimas décadas en cuanto a que Jesús modeló sus sanaciones y exorcismos a partir de los magos paganos, principalmente de Egipto, haciéndose eco de —o quizás confirmando— lo que los antiguos judíos afirmaban: que él había sido enseñado en la hechicería en Egipto. Y si los suprimidos "Evangelios gnósticos" son aceptados como representando genuinamente ciertos aspectos de las creencias y enseñanza de Jesús —como nosotros lo hacemos—, entonces ellos, también, muestran un pensamiento no obviamente asociado con el judaísmo de su tiempo, sobre todo con lo que tiene que ver con la espiritualidad de lo femenino, como queda ejemplificado en su relación con María Magdalena.






La mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento simplemente rechaza las partes no-judías de los evangelios como falsas, argumentando que la Eucaristía fue inventada por los apóstoles de la nueva religión —Pablo otra vez— para hacerla más asequible a los gentiles, algo familiar en las sectas que celebraban a los dioses salvadores que morían y resucitaban y que se encarnaban como un hombre mortal. Los eruditos suponen que esto fue tomado prestado de alguno de los muchos de tales cultos, quizás del de Mitra o el de Dioniso, y que fue aplicado a la comida que los primeros seguidores de Jesús realizaban simplemente en memoria de él (sin ninguna connotación mística).




Pero en realidad no hay ninguna razón para rechazar esos pasajes, a pesar de la imposibilidad de hacerlos calzar en un contexto judío. Lo lógico es que, ya que sabemos que Jesús era judío, y ningún judío podría probablemente haber realizado tales prácticas, entonces él no podría haber hecho eso, y por lo tanto ellas deben ser invenciones posteriores.




Sin embargo, la evidencia simplemente no está allí. Es difícil imaginar a seguidores posteriores inventando a un Jesús usando la magia pagana con tal detalle, incluyendo frases específicas encontradas en papiros mágicos greco-egipcios más tempranos. Y la evidencia interna del Nuevo Testamento mismo señala a la Eucaristía como una de las prácticas cristianas más tempranas, que se remontaba a Jesús mismo. Éste es el único elemento que aparece prácticamente idéntico en los cuatro evangelios y en las Cartas de Pablo. (En general se acepta que las Cartas de Pablo preceden a los Evangelios, aunque podríamos argumentar que el Evangelio de Marcos podría ser contemporáneo de algunos escritos de Pablo). Más raro aún, como Pablo claramente luchó para acomodar la Eucaristía en su versión "revelada" de la misión de Jesús, evidentemente él habría sido incluso más feliz si hubiera ignorado completamente el rito, pero ya estaba demasiado bien establecido. Su solución fue transmutar el rito en una ceremonia conmemorativa, específicamente para esquivar el aspecto de "comunión". Entonces, irónicamente, la evidencia apunta al revés exacto de la posición convencional: en vez de que Pablo añadiera el elemento de la "comunión mística", él trató de deshacerse de ello.






Parte del proceso cristiano de redefinición del significado de la comida ritual fue vincularlo a la Última Cena la noche antes de su crucifixión. Sin embargo, la evidencia del Evangelio de Juan es que Jesús realmente había instituído el rito antes, cuando él predicaba en Galilea, lo que condujo a una deserción masiva de discípulos horrorizados por su prescripción de que ellos debían beber su sangre.




Debe enfatizarse que tales prácticas no son simplemente difíciles de reconciliar con el judaísmo —como un aspirante a Mesías tenía que ser— sino imposibles. Ambas prácticas son totalmente incompatibles.




De este modo, según algunos eruditos están comenzando ahora a argumentar, ¿podrían ser las partes judías las inventadas?. Pero aquella solución no funciona tampoco, ya que esto significa rechazar pasajes que son fuertemente evidenciales, como el episodio de la mujer siro-fenicia y la entrada en Jerusalén.




De manera que llegamos a un callejón sin salida. Según el pensamiento aceptado, Jesús nunca pudo haber sido tanto un líder judío como un defensor de los ritos de las escuelas de Misterio. ¿Hay alguna solución posible?. 
Hace su Aparición el Mago




Un potencial camino de salida, hemos comprendido —con algún asombro— que está en la exploración del paralelismo entre Jesús y aquel llamativo chico malo bíblico, el enormemente poco convencional contemporáneo de Jesús, Simón el Mago, cuyo mismo nombre recalca sus credenciales aparentemente paganas, significando la palabra "Mago", un "ocultista" o un "hechicero".




La referencia más temprana a Simón el Mago (o Simón de Gitta, llamado así por su ciudad de nacimiento en Samaria) aparece en los Hechos de los Apóstoles, la continuación del Evangelio de Lucas que retoma la historia después de la crucifixión de Jesús. Después de la primera persecución a los seguidores de Jesús en Jerusalén, que comenzó con el apedreo del primer mártir cristiano, Esteban, algunos de los discípulos de Jesús, conducidos por Felipe, huyeron a Samaria. Esto ocurrió, como máximo, diez años después de la crucifixión, probablemente menos. Allí ellos encontraron que muchos samaritanos seguían a Simón el Mago, considerado como el "Gran Poder" enviado por Dios. Felipe no sólo convirtió con éxito a los seguidores de Simón al cristianismo, sino también al Mago mismo. Después de un tiempo, Pedro y el discípulo Juan van a Samaria para llevar el Espíritu Santo a la comunidad establecida por Felipe, y Simón el Mago revela sus verdaderos colores ofreciéndoles dinero por el secreto del Espíritu Santo, ganándose una severa condena por parte de Pedro.




Claramente, ya que los simonitas encontraron muy fácil cambiar su lealtad, debe haber habido una marcada similitud entre los mensajes de Jesús y del Mago. Y Simón mismo fue, aunque brevemente, alguna vez un miembro de la comunidad cristiana en Samaria. Aunque el libro de los Hechos atribuya su éxito allí a la hechicería, mientras ahora sabemos que Jesús mismo se complacía en la magia pagana, en verdad esto apunta a una semejanza entre ellos. Aunque la historia de Hechos finaliza con Simón pidiendo perdón, otras fuentes cristianas tempranas muestran que él siguió desafiando al novato movimiento de Jesús, apareciendo en las escrituras de los Padres de la Iglesia como el "primer hereje" que intentó pervertir a los primeros cristianos. Nuevamente, el término sugiere una similitud básica entre Simón y Jesús, siendo la herejía una variación de una religión.






Una fuente principal son los textos relacionados conocidos como la literatura Clementina o pseudo-Clementina. Escritos alrededor de 150 d.C., pero usando material más antiguo, describen la lucha entre Pedro y Simón el Mago por los corazones, mentes y almas de los samaritanos.




Es muy evidente que el gran problema de los Padres de la Iglesia era que Simón el Mago era por lejos demasiado similar a Jesús, realizando milagros y sanaciones, incluso siendo considerado como un dios encarnado. Los primeros cristianos estaban ansiosos de señalar a su rebaño que, aunque Simón pareciera haber sido cortado de la misma tela que Jesús, esto era una estratagema del Diablo para sembrar la confusión. Epifanio de Salamina escribió que Simón "trabajó bajo la capa de Cristo", e incluso insinuó que él afirmó ser Jesús resucitado. Hipólito de Roma dijo sin rodeos: "Él no era el Cristo". Pero ¿protestan ellos realmente demasiado?.




El Mago también promovió una mezcla aparentemente peculiar de ideas judías y paganas. Los escritos clementinos hacen la declaración al parecer extraordinaria de que, mientras Simón enseñaba que había "muchos dioses", él citaba los libros de Moisés (es decir, el Pentateuco, los cinco primeros libros delAntiguo Testamento). Esto parecía tan extraño que los textos clementinos fueron descartados como tonterías; pero en 1842 se descubrió una obra de Hipólito en la cual él había incluído (a fin de señalar los errores) grandes extractos del propio tratado de Simón, la "Gran Revelación", cuya existencia alguna vez fue conocida, pero que se creía que se había perdido.




La "Gran Revelación" revela una elevación de lo sagrado femenino y un énfasis en el misticismo sexual que calza a duras penas con el carácter patriarcal del judaísmo, y que causó mucha indignación entre los Padres de la Iglesia, para quienes los rituales de Simón eran obscenos y ofensivos. Notablemente, se dice que él viajaba con una tal Helena, una antigua prostituta de la ciudad de Tiro, descrita como una mujer de raza negra que bailaba encadenada, y de quien él afirmaba que era la encarnación del "Primer Pensamiento de Dios", el poder femenino mediante el cual Dios había creado el mundo material. (Por supuesto, existen intrigantes paralelismos entre la relación de Simón y Helena, y la de Jesús y María Magdalena, como aparece descrita en los Evangelios gnósticos). 
Hay, de hecho, una fuerte evidencia de que el enigmático Evangelio de Juanfue originalmente escrito para una temprana comunidad cristiana samaritana, lo que explicaría su opinión positiva de los samaritanos. Por ejemplo, describe a la primera persona a quien Jesús decide revelar su mesianidad como la mujer samaritana que estaba en el Pozo de Jacob, en el corazón de Samaria, y los primeros en reconocerlo como el Mesías son samaritanos. Sugerimos que fue escrito para samaritanos convertidos que habían seguido a Simón el Mago; después de todo, algunas singulares historias del evangelio, en particular aquellas que tienen un inesperado sub-texto sexual, parecen haber sido expresamente incluídas (o concebidas) para menoscabar las enseñanzas de Simón.




La figura clave de Juan el Bautista fue también activa en Samaria. Según elEvangelio de Juan, uno de sus centros fue Aenon (el moderno Ainûn), en Samaria.




De este modo, Jesús y Juan el Bautista emprendieron ambos sus misiones en Samaria, otro paralelismo con Simón el Mago. ¿Pero qué hay sobre aquella tierra que explica la paradoja judía/pagana tanto de las enseñanzas de Jesús como de Simón?.




La clave está en la razón de la animosidad entre judíos y samaritanos, que tenía sus raíces en los días más tempranos de Israel. Los samaritanos descendían de las tribus israelitas de Efraín y Manasés, y todavía habitaban sus tierras, entre Judea y Galilea. Originalmente, Efraín era predominante: el sucesor de Moisés y conquistador de la Tierra Prometida, Josué, era de Efraín, y a dicha tribu se le dio el honor de ser los guardianes del Arca de la Alianza en su santuario en Shiloh. Algunos historiadores y arqueólogos creen que Efraín y Manasés eran dos de sólo tres tribus (siendo la otra Benjamín) que salieron de Egipto, siendo las demás cananeos nativos que fueron convertidos a la religión de Moisés. Y de manera intrigante, la leyenda los vinculaba con la religión egipcia de Heliópolis, ya que sus progenitores, Efraín y Manasés, eran hijos de José y Asenath, la hija del sumo sacerdote de Heliópolis. Después de la creación del reino de Israel se desarrolló una lucha por el poder entre las tribus de Efraín y Judá. El rey David usurpó el estatus de Efraín llevando el Arca a Jerusalén, el nuevo centro religioso en territorio de Judá. Después de Salomón, el reino se dividió en dos, encabezando Efraín las diez tribus del reino más grande de Israel en el Norte, junto al reino más pequeño de Judá (que dio su nombre al pueblo judío y a su religión) en el Sur. Un nuevo santuario y templo, un rival de Jerusalén, fue construído en la tierra de Efraín en el monte Gerizim.






Aunque más grande y más poderoso, el reino del Norte sufrió un colapso cuando fue invadido por el Imperio asirio en el siglo VIII a.C. Los judíos más tarde afirmaron que la influencia asiria había corrompido la religión del Norte, un insulto que fue devuelto cuando Judá experimentó su propio trauma de invasión y deportación masiva en el Cautiverio babilónico dos siglos más tarde. Cuando los judíos retornaron a Jerusalén después de su exilio de 70 años, ellos empezaron a codificar y reformar su religión, incorporando conceptos de la religión de Babilonia. Así, tanto los judíos como los samaritanos creían que sólo ellos practicaban la religión "pura" de Moisés, y que la versión del otro era herética. La historia de los vencedores decidió que los judíos ganaron, pero los samaritanos podrían haber tenido razón...






La rivalidad alcanzó un punto culminante cuando, aproximadamente dos siglos antes de Jesús, los judíos conquistaron Samaria y destruyeron su templo, otra razón para el resentimiento de los samaritanos. Fue sólo con el advenimiento del dominio romano que Samaria fue liberada de la subyugación judía.