viernes, 24 de mayo de 2013

El legado de Roma

La influencia romana es tan penetrante que podríamos olvidar que existieron otros grandes centros de poder en tiempos de Roma, lo cual sería una seria omisión.El legado de Roma está presente en Europa, América y otras regiones culturalmente influidas por los europeos: amplia zona que comprende las Filipinas, Sudáfrica y la mayoría del continente africano, Australia y, podríamos decir, el resto del mundo.
El derrumbamiento del Imperio Clásico se prolongó durante varios siglos y se debió a diversas razones. Una de las fundamentales fue que el Imperio había alcanzado unas proporciones que a los romanos les resultaba difícil controlar. En las provincias exteriores, los militares y ciudadanos empezaron a adoptar las costumbres y prácticas locales, y muchos soldados decidieron abandonar el servicio militar en favor de la opción más pacífica de poseer una tierra.

La presión de las fuerzas invasoras también contribuyó al debilitamiento del Imperio. Pequeñas tribus bárbaras hicieron causa común y formaron poderosas confederaciones. Los godos se unieron bajo un único líder y derrotaron al ejército del emperador Valente en la batalla de Adrianópolis el año 378, tras la cual los romanos no volvieron a derrotar a los godos. (amplia sobre la Caída del Imperio Romano)



Los romanos no fueron los primeros cristianos. Por el contrario, alimentaban a los leones con ellos por pura diversión. Sin embargo, una vez convertido oficialmente al cristianismo, el Imperio Romano promovió, reforzó y difundió esa religión en Europa, el oeste asiático, el norte de África, hasta donde se extendían sus dominios.


La Iglesia logró riqueza y poder bajo la protección de los emperadores romanos. La propia Roma se convirtió en capital de la cristiandad occidental, y hoy es sede de la Iglesia católica romana, pero, aunque parezca irónico, por la época Ruinas Romanas (Tarifa) en que el cristianismo se convertía en religión oficial el imperio desplazaba sus energías lejos de Roma.

Roma perduró cambiando, desarrollándose y reaccionando. Los reyes gobernaron la ciudad-estado hasta que el pueblo se rebeló y los derrocó. Llegó luego la República, que duró largo tiempo, y después el gobierno de los emperadores, que prevaleció durante varios siglos. Mientras era una república, Roma fue creciendo hasta convertirse en un imperio. En sus postreros años el imperio era cada vez menos romano, hasta que lo que quedó era ya algo muy distinto.

¿Contradicciones? Por supuesto. Cuando una civilización vigorosa dura más de 1.100 años — más de dos milenios si se considera el Imperio de Oriente como la parte bizantina del Imperio Romano — está por fuerza sometida a contradicciones. En la cúspide de su poderío, Roma era demasiado grande como para no constituir un cúmulo de contradicciones, tanto en el estilo administrativo, como en la política militar y en las ten­dencias culturales.

Roma se disgregó una y otra vez, pero siempre per­manecía unida. Antes de 387 a.C. no dejó historia escrita, ya que, según se presume, los registros se perdieron cuando los merodeadores celtas saquearon la ciudad ese año. Sin embargo reaccionó, controlando la región occidental del centro de Italia, el Lacio, hacia 338, para extender su dominio a la mayor parte de la península italiana, hacia 268 a.C., y progresar sin pausa durante los 200 años siguientes.

Si durante los primeros siglos de nuestra era lo único que el imperio hizo fue promover la nueva religión, mantuvo de todas maneras una enorme influencia en todo el mundo. La difusión del cristianismo fue sólo una manifestación tardía de esta asombrosa civilización.

Durante la República (de 509 a 39 a.C.) la antigua ciudad-estado se convirtió en la mayor potencia europea y en el imperio dominante de la región mediterránea. Tras la muerte de Alejandro, Roma reemplazó con el tiempo a sus herederos y absorbió mucho de lo que el macedonio había acumulado, incluyendo Grecia y Macedonia. Venció a Cartago en una serie de guerras (las guerras púnicas), y se adueñó de las riquezas y vastos territorios de esta ciudad-estado del norte de África.

Roma absorbió libremente ciertos rasgos de otras culturas: el panteón de los dioses griegos, la democracia al estilo ateniense y la tecnología del trabajo de los metales de una cultura italiana anterior, la de los etruscos. Más aún, la civilización romana hizo tanto con todo lo que se apropió, que no se puede sobreestimar su impacto, en su tiempo y para siempre. ¿Cómo se detecta hoy la influencia de Roma? De muchas mane­ras. En primer lugar, la lengua romana, el latín, es la base no sólo del italiano sino también del francés, el castellano, el portugués y el rumano. También dejó fuertes huellas en idiomas no latinos como el inglés. Aun después de que el latín se convirtiera en lengua muerta, permaneció siendo el idioma de la erudición, la medicina y la ciencia.

También fue el lenguaje unificador de la Iglesia católica romana, que para Roma y otros países europeos, antes del siglo dieciséis d.C., era simplemente la Iglesia: la única que. Después de la Reforma protestante, y hasta mediados del siglo veinte, la misa católica en todo el mundo se celebraba en latín.

Del Imperio Romano de Occidente no quedaba más que el nombre mu­cho antes de su desaparición oficial, en 476 d.C. (su parte oriental, el Imperio Bizantino, sobrevivió hasta 1453). Aunque Roma no era más una capital imperial, su nombre permaneció en la mente de los pueblos en forma tan amplia y duradera que evocaba el poder y una cierta aura de legitimidad. Por supuesto, la razón residía en parte en que la Iglesia seguía teniendo allí su sede, pero estaba allí justamente por lo que Roma había sido en su apogeo político: el centro del mundo occidental.

El Sacro Imperio Romano, confederación de principados y ducados euro­peos aparecida mucho más tarde, que modificó formas y lealtades du­rante siglos, debe su nombre al respeto que los europeos medievales tenían todavía por la noción del poder romano. Se inició el imperio men­cionado en 800 d.C., cuando el papa León III otorgó el título de emperador a Carlomagno, rey de los francos y primer gobernante en lograr la unidad de la mayor parte de Europa occidental, bajo una autoridad úni­ca, tras la caída del Imperio Romano.

El imperio de Carlomagno, con sede en lo que hoy es Francia, no le sobrevivió mucho tiempo, ya que el rey alemán Otón I fundó, en 962 d.C., el nuevo Sacro Imperio Romano Germánico, que resistió hasta el siglo diecinueve. Aparte de la bendición papal DE este imperio que se unificó Austria y Álemania menos en el papel, poco tenía que ver con Roma, pero el término romano poseía un dejo de legitimidad imperial.

Otros términos romanos perduraron, en especial aquéllos que se referían a cargos de autoridad. El título ruso zar, lo mismo que el alemán kaiser, provienen ambos de la palabra latina caesar, césar .Aun el nombre de una poderosa familia dinástica, los Romanov, que gobernaron Rusia de 1613 a 1917, se refería a la Roma imperial.



Los galeones de Rande. El mayor tesoro de la historia.

El 15 de octubre de 1702 entró en la ría de Vigo el cargamento más rico venido de América desde el descubrimiento. Diecinueve galeones españoles, escoltados por veintitrés barcos de guerra franceses, portaban ciento ocho millones de piezas de plata, oro y otras mercancías preciosas destinadas a costear la Guerra de Sucesión en favor de Felipe V. Retrasos burocráticos permitieron la llegada de una flota de piratas anglo-holandeses que, tras feroz batalla, se llevaron unos cuarenta millones de piezas. El resto permanece, hoy, en el fondo de la ría viguesa.


Ria de Vigo.
Una serie de infortunios llevó a la llamada la Flota de Oro a dar con sus astillados huesos en el fondo de la ría de Vigo. La rígida burocracia, la guerra, los piratas y una profunda indecisión propiciaron que los muchos tesoros acumulados durante siglos por aztecas e incas no alcanzaran nunca su destino y quedaran repartidos entre corsarios ingleses y holandeses, mercenarios franceses y, sobre todo, el fango marino de la ría viguesa. El que puede considerarse como el más grande tesoro de la historia sólo es propiedad de los peces y nebuloso horizonte de los muchos aventureros que han buscado oro en estas aguas.

Similar búsqueda a la que, dos siglos antes, emprendieron los españoles en las Indias Occidentales para satisfacer sus ansias de riqueza. "En Perú existían los techos de oro descritos por las leyendas que las gentes se repartían, sin atreverse a creer en ellas; los muros de los templos estaban cubiertos por hojas de oro y se llegaba a ellos por avenidas enlosadas en plata maciza; la colina del Perro no era más que un gigantesco bloque de plata. Los Andes rebosaban de esmeraldas, zafiros y diamantes; en las playas se recogían perlas de una belleza y un grosor insospechados...".

Los tesoros y las obras de arte de milenarias civilizaciones y la plata de las minas de Pachuca, Tlalpujalma,San Luis, Sultepec, Tasco, Guanajato, Oajaca, Tetela, Zacateas, Fresnillo o Sombrerete llenaron, durante siglos, las bodegas de los galeones con destino en Cádiz, Sevilla o Palos de la Frontera. Abundante y lucrativo comercio que llevó a instalar en Sevilla, en enero de 1503, la Casa de Contratación, organismo administrativo, financiero, comercial, de investigación geográfica y jurídica, oficina de emigración, depósito comercial, tribunal mercantil y escuela náutica. Allí, se llevaba la cuenta de lo que partía hacia América y de lo que llegaba, imponiendo tributos y aranceles que correspondían a la Corona.Allí, se revisaba a conciencia cada navío para comprobar que el viaje no entrañaba peligro para la tripulación y los ocupantes, el armamento, el velamen, la carga, las provisisones, el riguroso aislamiento de las mujeres y la autorización de los hombres, firmada y legalizada por la esposa, para poder abandonar el hogar conyugal. Y, al regreso, los fucionarios inspeccionaban, en alta mar, la descarga y los trasvases y cobraban los impuestos. Sólo abandonaban los buques cuando las bodegas estaban vacías.


Galeón español

Tambíen allí, se controlaban las dos flotas que se hacian a la mar, cada año, tras la muerte de Carlos V. Una, la de Nueva España, iba a las partes septentrionales del Caribe y el golfo de México. Otra, la de Tierra Firme, visitaba los puertos de América del Sur y las Antillas del sudeste. De ésta última, la que partió en 1699, al mando de Manuel de Velasco y Tejada, se convirtió, casi por azar, en la Flota de Oro y, como tal, entró en la bahía de Vigo el 22 de septiembre de 1702 para no salir jamás. Estaba compuesta por cuarenta barcos: tres galeones de guerra (la nao capitana y dos naos almirantes), catorce galeones mercantes, dos pataches, un barco auxiliar, quince navíos, tres fragatas, un brulote y un aviso.

Llenas las bodegas

Los galeones eran "barcos pesados y relativamente muy capaces (desplazaban unas mil toneladas), dotados, incluso los de comercio, de grandes castillos a proa y a popa. Estas ingentes masas que pesaban sobre sus dos extremos les restaban buena parte de sus facultades marinas, pues el balanceo de los castillos y la resistencia que ofrecían al viento eran otros tantos estorbos para desafiar el tiempo. Pero la excelencia de los galeones no se medía por su rapidez, sino por la seguridad que brindan a los navegantes. Los enormes castillos que agobiaban a esas naves obedecía simplemente a una necesidad militar que era la más urgente y atendible. Como los galeones usaban la táctica del abordaje para combatir entre sí, lo más importante era que el enemigo, al querer acercarse, tuviese que asaltar un verdadero castillo flotante. Y no cabía hacer distinción entre los galeones de guerra y los pacíficos de comercio, porque en sus tiempos el mar estaba infestado de merodeadores y piratas que obligaban a precaverse aún a los más inofensivos".

La flota de Tierra Firme de 1699 salió de Cádiz y alcanzó Trinidad y Cartagena de Indias dos años más tarde. En ésta, obtuvo más de cuatro millones de escudos de oro y, en una feria de cincuenta días en Portobello, vendió mercancias europeas por valor de veinte millones de escudos y recogió veinticinco millones de escudos en oro y plata. Tanto que, según un cronista de la época, "regresan con dos o tres millones de escudos de oro, veinte millones de escudos de plata, doscientos mil escudos en perlas, trescientos mil en esmeraldas, treinta mil en amatistas, lana de vicuña por valor de cincuenta mil escudos, la misma suma en madera de Campeche y doscientos sesenta mil escudos en cueros".

Además, hay que decir que "la caja de los galeones era siempre diez veces superior a la que mencionaban los registros", pues, no en vano, almirantes, generales, oficiales y administrativos adquirían su cargo pagando elevadas cifras a la Corona, a cambio de lo que ganarían. De hecho, un almirante pagaba hasta cien mil escudos y los demás en sucesiva proporción.

Pero Manuel de Velasco decidió postergar el regreso de la flota porque, en septiembre de 1700, las corrientes eran contrarias, en Las Bermudas surgen imprevistos huracanes y rondaban los piratas, cuya milenaria actividad se intensificó entre los siglos XV al XVII, en el Pacífico y el Atlántico, tras la aparición de las preciosas cargas de las Indias. Unos y otros propiciaron que, a la de Tierra Firme se uniera, en mayo, la segunda flota anual, la de Nueva España, llegada a Veracruz y, juntas, esperaron dos años a que los corsarios se dispersasen. Mientras, las bodegas se llenaban de oro, plata, perlas, esmeraldas, amatistas, diamantes, cochinilla, indigo, maderas para teñir y de ebanistería, azúcar, gengibre, cacao, algodón, lana colorada, tabaco, cueros, pieles, ámbar gris, bezoar, bálsamos de copahu, de Perú, de Tolú, quinquina, jalape, mechucán, zarzaparrilla, tamarindos, casia, vainilla...

En 1701, el comandante envió un barco a Cádiz explicando al rey los motivos del retraso y pidiendo una escuadra de escolta. El monarca español solicitó ayuda al aliado francés y Luis XIV encargó la misión al conde Chateau-Renault, vicealmirante de su armada, que abandonó Brest con una poderosa flota y alto su pabellón en Le Fort. Finalmente, el 11 de junio de 1702 salieron los galeones de La Habana, con los cuarenta y cuatro cañones de la capitana Jesús, María y José abriendo una marcha que cerraba las dos naos almirantes, La Bufona y Azogue, con cincuenta y cuatro cañones cada uno, y los veinticuatro navíos franceses.


Famoso retrato del Rey Sol realizado en 1701 por Hyacinthe Rigaud, para su nieto, el rey Felipe V de España, aunque finalmente el lienzo se quedó en Francia.

Los preparativos

Sin embargo, mientras las dos flotas de Indias esperaban tiempos propicios para regresar, en España había estallado la Guerra de Sucesión, al acceder a la corona española el duque Felipe de Anjou, proclamado Felipe V, tras la muerte sin sucesión, el 1 de noviembre de 1700, de Carlos II el Hechizado, el último Austria. Con ello, el delicado equilibrio de poder existente en Europa se rompió y, unidas Francia y España por el de Anjou, se aliaron Inglaterra, Holanda y Alemania.

La guerra obligó a la Flota de Oro a desviarse de Cádiz, sitiada por Rooke, a Vigo, aún sabiendo que la bahía, a cargo del príncipe de Barbanzón, capitán general del Reino de Galicia, estaba mal defendida por fuertes ruinosos, milicias escasamente pertrechadas y las desmanteladas baterías de Rande y que la Casa de Contratación prohibía "desembarcar nada de un galeón como no sea en Cádiz y bajo la vigilancia de un funcionario oficial". De hecho, ésta advirtió que "los galeones cargados estén a buen recaudo, hasta que puedan continuar normalmente su navegación", pues, "en Vigo no hay nadie capacitado para recaudar el impuesto de la Corona sobre las mercancías".

Barbanzón aconsejó a Chateau-Reanult llegar hasta El Ferrol, mas el cansancio de los marineros y la presencia de la escuadra anglo-holandesa del almirante sir Cloudesley Shovel entre Ortegal y Finisterre, amenazando con cortarles el paso, decidió al francés a llegar al fondo de la ría, hacia Redondela, anclando los españoles cerca de la isla de San Simón y los franceses, en semicírculo, en la boca y el estrecho deRande. Previendo el combate, el capitán general de Galicia reunió milicias con gente de La Coruña y Tuy, armó a los vecinos y reforzó los fortines de Corbeiro, al norte, y de Rande, al sur, con ocho cañones de hierro con plataforma y doce de bronce, cada uno, aportados por el vicealmirante francés. Por último, Velascoordenó cerrar la bocana de la ría con una estacada flotante hecha con embarcaciones, balsas y toneles amarrados entre sí y a las orillas y protegida por Le Bourbon y L'Esperance.

Al tiempo que se procedía a la defensa de la ría y a pesar de la negativa de Cádiz a descargar las naves, la reina presionó al Consejo de Indias para que el oro real fuera desembarcado. Para ello, el príncipe de Barbanzón reunió más de 1.200 carros do país tirados por bueyes que, con cuatro cofres cada uno y buena guardia, alcanzaron Pontevedra, Padrón y Lugo por caminos de montaña. Sin embargo, los preciosos metales hacían de lastre en los galeones, es decir, iban en el fondo de la bodega, por lo que, antes, había que descargar el resto de mercancías. Para contabilizarlas, el Consejo de Indias dotó de poderes especiales a Juan de Larrea, que llegó a Vigo, en silla de postas, a mediados de octubre, es decir, cuando la mayor parte de lo correspondiente al rey había sido llevado al interior.

La actividad llenaba la ría cuando llegó un patache gaditano anunciando que "tras grandiosas pérdidas, los anglo-holandeses, desmoralizados, han levantado el cerco de Cádiz". La noticia, junto con la progresiva consolidación de Felipe de Anjou como rey español, invitó a cargar, de nuevo, las bodegas y a deshacer la estacada. Incluso, cinco barcos franceses regresaron a Brest y milicianos y paisanos dejaron los mosquetes para volver a casa. La alegría duró poco, pues, pronto, llegaron malas nuevas. Tras el fracaso de Cádiz, ciento cincuenta navíos ingleses y holandeses, para resarcirse, se dirigían a Vigo, siguiendo el aroma del oro.

La batalla

En Vigo, asolada ya por Drake, los ricos huyeron y las iglesias se iluminaron con cirios implorando protección. La milicia acudió a sus puestos, levantó barricadas, almacenó víveres... Se reconstruyó la estacada. El almirante José Chacón, con doscientos marinos franceses y ciento cincuenta mosquetes españoles, fortificó las baterías de Rande. Dos compañías de Velasco y doscientos milicianos ocuparonCorbeiro, mil protegieron el perímetro de la ciudad y unos cientos se distribuyeron por el castillo de San Sebastián y el Castro, Laje y la bahía de Teis. En trincheras de reserva, Barbanzón dispuso tres mil hombres mal armados y treinta hidalgos a caballo. Y, tras la estacada, bloqueando la bocana, Chateau-Reanult colocó Le Fort en el centro de cinco navíos de guerra franceses y los dos galeones almirantes.

El 21 de octubre, la escuadra enemiga apareció al sur de las Cíes y, el 22, entre una leve niebla, ocupó posiciones de combate: delante, diez navíos holandeses, quince ingleses y todos los brulotes, mandados por el almirante sir George Hopson, cuya enseña ondeaba en el Torbay. Entró en la ría por la orilla norte, lejos del alcance de los cañones de tierra y dobló la guía sin responder a los disparos. Llegó a la estacada y arrió diecisiete chalupas con infantes de Marina para romperla, pero las baterías de Corbeiro y de Randehundieron dos y les hicieron huir. Por la tarde, Hopson, en consejo de guerra con sus oficiales, encargó al duque de Ormond y sus soldados-marinos destruir los dos fuertes.


Veleros fondeados en una playa de las Cíes

Al amanecer del 23, el Zeven Provincies, por el norte, y el Association, por el sur, ambos con noventa cañones, abrieron fuego contra los fortines y los buques L'Esperance y Le Bourbon. A esa hora, los españoles oían misa y recibían la bendición del limosnero de a bordo. Entre once y doce de la mañana,Ormond, con cuatro mil hombres, desembarcó en Teis, donde las milicias campesinas, mandadas porAlonso Correa de Mendoza y Sotomayor, conde de San Bernardo y vizconde de Pegullal, huyeron al primer disparo de arcabuz. Sin oposición, los ingleses cubrieron, velozmente, la media legua que les separaba deRande, donde las trincheras no estaban terminadas y las balas del Association habían derribado algunos muros. Los españoles se defendieron una larga hora, pero, en el último asalto, el capitán Sorel cayó al rechazar a un grupo de granaderos. Superado en número, el almirante Chacón tuvo que rendirse. En la otra orilla, el regimiento de Churchill avanzó sin problemas hasta el fuerte de Corbeiro, en cuya torre, un centenar de españoles aguantó más de una hora, hasta que fue tomada.

Con las banderas inglesas izadas en los fortines, el Torbay, con todo el velamen aprovechando viento de popa, se lanzó contra la estacada, arrastrando toneles, tablas, cadenas y cuerdas. Detrás, el Grafton y el Mary, cuyos tripulantes saltaron y rompieron la barrera, a pesar del fuego de los barcos franceses. Luego, toda la escuadra pasó por el boquete disparando y acabando con Le Bourbon y L'Esperance (éste encalló al pie del fuerte de Rande).

Chateau-Renault contraatacó con Le Fort. El escaso espacio para maniobrar provocó una cruel y salvaje lucha cuerpo a cuerpo, pues el cañoneo causó grandes destrozos en los barcos y el mutuo abordaje se inició pronto. Le Solide, desarbolado, ardió y explotó al alcanzar el fuego la santabárbara. En otras naves, como el Tritón, el combate seguía al llegar la noche y hasta participó el barbero. La Bufona se hundió, arrastrando a gran parte de la tripulación. El teniente De L'Escalette dirigió un brulote cargado con tabaco deLa Habana hasta el costado del Torbay para rociarlo de pez y prenderle fuego. Muerto el teniente francés, su segundo continuó la misión, aprovechando que el enemigo, concentrado en la batalla, le ignoraba. Mas el brulote no pudo escapar, también se incendió y estalló, enviando una nube de polvo de tabaco sobre su enemigo. Aunque los ingleses apagaron el fuego, ciento quince hombres murieron asfixiados.


La batalla de la bahía de Vigo, 23 de octubre de 1702, de Ludolf Backhuysen (alrededor de 1702)

La derrota

Las líneas francesas se rompieron dos horas después y Chateau-Renault ordenó hundir los barcos para impedir que cayeran en manos enemigas. El propio vicealmirante francés hundió su barco, huyendo en una chalupa con su tripulación, aunque todos no pudieron cumplir la orden y algunos encallaron. Los ingleses Montmouth, Mary, Kent y Dordretch fueron los primeros en alcanzar los ricos galeones de la Flota de Oro. Entonces, Manuel de Velasco, desesperado, decidió quemar los navíos. Con los galeones hundiéndose, muchos soldados de ambas partes murieron por salvar algún botín.

Además del oro y la plata, Rande se cobró dos mil muertos y otros tantos heridos españoles y ochocientos muertos y más de quinientos heridos ingleses. El día siguiente, amaneció sobre una bahía cubierta por la silenciosa resaca del combate, aunque, muy temprano, el barón holandés Sparr atacó la vacía Redondela, apoderándose de plata por valor de cincuenta mil libras esterlinas.

Mientras calafates, carpinteros, veleros y marinos reparaban el Torbay, muy dañado por el incendio, y varias naves españolas y francesas embarrancadas, se organizaron brigadas con los más de cuatrocientos prisioneros (entre ellos, el almirante Fernando Chacón, con cuarenta y un oficiales, el señor de Aligre y el marqués de Gallisonnière), a quienes se obligó a recoger la plata y los cofres y a colocar en hileras a los muertos de ambos bandos que las olas llevaban a la playa. Los buzos, habituales en la tripulación de cualquier nave, que estaban bien pagados y trabajaban a pulmón libre para reparar la carena y el timón y revisar fondos, buscaron durante varios días cerca de los galeones embarrancados, pues Velasco había mandado echar al mar numerosos objetos preciosos. Salvaron algunas mercaderías, como maderas preciosas y cañones de bronce.

Cuatro días más tarde, arribó Cloudesley Shovel con veinte naves. Buscando víveres, los ingleses atacaron huertos y establos de la comarca redondelana, pero se encontraron con las guerrillas de las milicias campesinas. Entre ellas estaba el conde de Ribadavia, quien, con vasallos y amigos, obligó a muchos grupos a reembarcar. Tras quemar varias iglesias y el convento de frailes de la isla de San Simón, los ingleses partieron el 30 de octubre, aprovechando la bajamar y el viento. Los holandeses, antes de irse, incendiaron Le Bourbon y los galeones que no podían navegar. Shovel permaneció otros diez días más con veintisiete naves, cuatro buques hospitales y las naves presas, españolas y francesas, que se habían arreglado. Desmanteló el fuerte de Rande, requisando cañones de los barcos y baterías de tierra, y canjeó prisioneros en Bayona. Se fue el 5 de noviembre, pero, al pasar al sur de las Cíes, el Santo Cristo de Maracaibo, uno de los más ricos galeones hecho prisionero, tocó un escollo y se hundió.


La isla de San simón desde Cesantes.

Y tras irse los ingleses, los labradores llegaron a Redondela para llevarse lo poco que quedaba en tierra, pues, en el mar, Barbanzón se lo impidió y empleó buzos para recuperar "una cantidad nada despreciable de plata y las mercaderías que el agua de mar no había podrido".

Fuente. http://www.revistaiberica.com,http://es.wikipedia.org/wiki/Gale%C3%B3n,Y http://www.bajoelagua.com/articulos/reportajes-buceo/1218.htm

22 de junio de 1588..la Gran Armada parte de La Coruña

La aparición esta semana en la Ría de Ferrol de los restos de una galeaza hundida en 1588, «La Ragazzona» (una de las más grandes naves de la Gran Armada, la mal llamada Armada Invencible) ha puesto de actualidad uno de los episodios más épicos de nuestra historia. Aquel año, Felipe II intenta derrocar a la Reina protestante de Inglaterra, Isabel I, con un ambicioso plan combinado:desembarco anfibio de los Tercios de Flandes, 30.000 hombres desde los Países Bajos, coincidiendo con la llegada de una Armada colosal desde la península.


La Gran Armada parte de La Coruña (22 de julio de 1588)


Desgraciadamente todo falló. Pero embarquémonos en «La Ragazzona» y vivamos de primera mano toda aquella triste aventura. Aquí contaremos la historia más completa disponiblede la nave capitana de la flota levantina, porque tenemos la fortuna de tener al mejor guía, el contraalmirante José Ignacio González-Aller Hierro, quien ha leído y transcrito durante las últimas décadas todos los documentos históricos relativos a aquella empresa.
Dios de su lado

¿Por qué falló todo el plan, si Felipe II creía que Dios estaba de su lado? Mensajes que no llegaron, tempestades, falta de coordinación, además de la agresiva respuesta del inglés; y más tarde el durísimo regreso por los confines del mar del norte y la costa de Irlanda, azotada por pavorosas galernas. Todo ello resultó ser el final de un sueño, y del empeño del Rey, que por supuesto empujó a infernales costas a buena parte de la flota que fue dejando a su paso un reguero herrumbroso de sufrimiento, naufragios, batallas, hambre y privaciones.

El corpus documental de la época publicado por González Aller se llama«La batalla de la mar oceana», y es un mar de datos históricos, que transcribe ordenadamente todo lo procedente de los distintos archivos españoles. Los mejores manuales sobre este episodio, sin excepción, han utilizado esa impresionante montaña de palabras escritas con salitre y sangre hace más de 400 años y que hoy vamos a paladear. Pasen y lean la aventura.
Capitana de la escuadra de Levante

El barco que hoy asoma sus cañones como colmillos fantasmales en medio de las turbias aguas de Ferrol se llamaba también «La Regazona», y era la capitana de la escuadra de Levante de la armada de 1588. El contraalmirante González-Aller nos dice que su origen y construcción «eran venecianos; era un buen buque y bien marinado, era de los mejores navíos y más bien armados de las escuadras concentradas en Lisboa en mayo de 1588, y dispuestas por Felipe II» después de mucho esfuerzo y gastos importantes para las arcas reales. Y también muchos retrasos, por la muerte de Álvaro de Bazán, por el nombramiento del duque de Medina Sidonia, Alfonso Pérez de Guzmán, hombre sin la experiencia necesaria que se pasó meses tratando de dimitir, provocando la ira del Rey Prudente»



Trabajos de detección de piezas de artillería de «La Ragazzona»



Dice González-Aller: «Según Cristóbal de Barros 'La Regazona' tenía de porte 1.067 toneladas y tres cuartos, con unas dimensiones de eslora, 59 codos; manga, 21 codos y 1/6; puntal, 12 codos. En la jornada de 1588 debió montar las 32 piezas de artillería de bronce, que tenía al ser embargada. Entre otras armas y municiones que recibió en Lisboa figuraba un cañón de batir, fundición de Alemania por Gregorio Loeffer Agustanus en la época del emperador Carlos V, de 52 quintales de peso para tirar pelotas de hierro de 40 libras y dos encabalgamientos de campaña. Además embarcó posteriormente dos cañones, también de batir, de más de 50 quintales de peso procedentes de la nave 'La Juliana'.»


Más datos de matrícula: «Su dueño era Jácome Regazona y estaba al mando del capitán y maestre Santo Corzo. La dotación en Lisboa se componía de 80 marineros; y 344 soldados de infantería (134 de la compañía dePedro Camacho, 76 de la de Francisco de Céspedes y 134 de la de Pedro Sandoval Ponce de León).»

Países Bajos. Medalla alusiva al fracaso de la Gran Armada (1588)

Sea como fuere, 'La Ragazzona' llegó a Lisboa procedente de Alicante y otros puertos el primero de febrero de 1588 «cargada de vinos de Candía y malvasía. Allí fue embargada de nuevo por el proveedor general Francisco Duarte el 16 del mismo mes para ser agregada a la armada como capitana de las levantiscas».
Un temporal dispersa a los nuestros

En Lisboa se incorpora a la Armada del duque de Medina Sidonia. Pero ya hubo mal arranque: La Regazona siguió los movimientos del galeón San Martín desde la salida de Lisboa el 30 de mayo de 1588 hasta que un temporal dispersó las escuadras del 18 y 19 de junio. Llevaría mucho tiempo reunir la flota de nuevo. «El día 24 la galeaza ya había tomado el puerto de La Coruña. Una vez reaprovisionada de bastimentos y aguada salió a la mar el 22 de julio con el resto de la armada».

Fuego y escarceos en la costa británica

«Alcanzada la costa británica, y tras los primeros encuentros con la flota inglesa del día 31 de julio, al amanecer del 2 de agosto, a eso de las 05.00 horas saltó viento escaso del NE y la armada, situada a la altura de Portland, se encontraba a barlovento de la inglesa», nos recuerda González-Aller. Escuchemos el sabroso relato de un marino: «Howard trató entonces de doblar la armada por el norte y arrumbó al NW ciñendo el viento todo lo que podía, acercándose a la costa. Medina Sidonia se hallaba en este momento con las galeazas en vanguardia y acompañado por varios navíos. Para atajar las intenciones de Howard y mantener el barlovento, el Duque puso también proa hacia tierra, seguido por otros navíos de la armada, aunque un tanto alejados. Al observar Howard lo inútil de la maniobra de doblar a los españoles arrimado a tierra, viró por avante con el Ark y arrumbó hacia el SSE o el sur seguido por unos quince navíos en total, posiblemente para volver a ganar el barlovento (luchar con el viento a favor) a los españoles por la banda de la mar de la armada. La maniobra fue observada por el general español, el cual viró a babor para impedir las intenciones del Almirante, lo que provocó el contacto artillero entre ambas formaciones».

Flotas española e inglesa combatiendo sobre Plymouth el 31 de julio



La Regazona en el primer primer combate

«Con su movimiento, el grupo de Howard quedó más cerca de la retaguardia de Alonso de Leyva, que del propio San Martín. De esta forma, las primeras naves en combatir a los ingleses fueron las levantiscas de Martín de Bertendona y los galeones de Portugal que acababa de asignar el Duque como refuerzo de Leyva. En este duelo artillero generalizado se distinguió, entre otras naves La Regazonade Bertendona».

«Como siempre, los navíos españoles intentaban inútilmente llegar al abordaje, pero los ingleses, muy maniobreros, mantenían la distancia y rehusaban llegar al alcance del tiro de mosquete. Martín de Bertendona acometió al Ark Royal, capitana de Howard, hasta llegar bien cerca, aunque el inglés se zafó del ataque con soltura dándole la popa. El fuego por ambas partes fue muy vivo, siendo grande el consumo de municiones, sobre todo por parte británica por su mayor rapidez en la recarga y disparo de la artillería. Sin embargo, no existe constancia de averías o bajas notables en ambos contendientes», reflexiona el contraalmirante.


Días más tarde, tras el episodio de los brulotes incendiados que fueron lanzados en Calais contra la armada la noche del 7 al 8 de agosto, «avanzada la mañana de este último día, unescuadrón inglés a cargo de Henry Seymour a bordo del Rainbow, acompañado por el Vanguard de William Winter, el Antelope de Henry Palmer y otros se dirigieron hacia el ala de estribor de la retaguardia española para combatir los navíos que se iban quedando rezagados, alcanzándolos entre las 09.00 y 10.00 horas, a la altura de Gravelinas».
Mas de 500 proyectiles

Rodearon estos navíos atrasados, cuya identidad se desconoce – posiblemente el galeón San Cristóbal, La Regazona de Bertendona, el galeón San Juan y la nave San Juan de Sicilia – sometiéndolos a un fuerte cañoneo. Sólo el Vanguard disparó 500 proyectiles a distancias que llegaban al alcance de la mosquetería y arcabucería e incluso menores, lo que permitió estar a la voz entre los barcos. Con este procedimiento que duró casi seis horas, los ingleses causaron daños a tres de los navíos españoles no obstante su fuerte resistencia. Según el embajador Hierónimo Lippomano, el Duque comunicó a Su Majestad que La Regazona había combatido muy bien en la acción del 8 de agosto.

Los buzos documentan el yacimiento del barco de la Gran Armada



Regreso por el mar del Norte

En la Grande y Felicísima Armada hay cientos de historias cruzadas. Entre las de mayor patetismo figuran las singladuras de los días pasados mientras bordeaban la costa escocesa e irlandesa, donde tantas naves naufragaron y donde, según se dice, los náufragos españoles introdujeron la patata, además de recibir el auxilio de los católicos irlandeses.

Como todas sus compañeras, nuestro barco pasó las de caín en el viaje de vuelta: «Emprendió el regreso a España manteniendo la conserva del galeón San Martín hasta apartarse del grueso de la armada el 2 de septiembre. La nave arribó a Muros (Galicia) el 10 de octubre muy destrozada y la gente con muchas necesidades. Estando surta en este puerto, Martín de Bertendona,contra su propia voluntad y la del capitán y piloto de la nave partió de allí el 4 de diciembre para trasladarla a La Coruña en cumplimiento de las órdenes del marqués de Cerralbo, gobernador de Galicia. El día 6 con mal tiempo perdió dos anclas al fondearsobre las islas Sisargas; logró levar a duras penas gracias a la ayuda de dos pinazas vizcaínas, y el 7, muy tarde, estaba ya en medio del puerto de destino», nos recuerda González-Aller.
En Ferrol, con luz de luna

El viento impedía tomar puerto ni tan siquiera con el auxilio de las galeras Diana y Princesa. «A las once de la noche cargó el tiempo tanto que corrió riesgo de ir sobre unas peñas. Con esfuerzos Bertendona libró el peligro y a las tres de la madrugada del día 8 de diciembre lograba entrar en Ferrol “con una poquita claridad de la luna.” Una vez dentro de la ría varó a causa del fuerte viento y falta de anclas. Tan sólo los marinos que han barajado aquellas costas y entrado en Ferrol de noche con temporal deshecho del sudoeste pueden apreciar el mérito de aquellos hombres de mar del siglo XVI».
Su útima batalla

Medalla conmemorativa de la Gran Armada (1588)


Y acaba el relato del contraalmirante: «La Regazona quedó adrizada y con esperanzas de una posible recuperación, pero al dar a la banda fueron inútiles los esfuerzos realizados para sacarla en las mareas vivas.» Se hundió. Y unos arqueólogos dicen que han encontrado sus restos. En los viejos documentos de los archivos se dice, sin embargo que antes de perder el barco, «se pudieron salvar la artillería, parte de los bastimentos y municiones. Una vez finalizadas las obras del fuerte de la isla de San Antón (La Coruña), se montó en él la artillería gruesa procedente de la nave, justo a tiempo para poderla emplear eficazmente contribuyendo al fracaso del ataque inglés de Norris y Drake en mayo de 1589.»

Así fue como «La Ragazzona» o Regazona ganó su última batalla después de muerta, o de hundida, pues su fuego rechazó al famosopirata inglés Sir Francis Drake. Porque cabe recordar que ni el fracaso de esta Grande y Felicísima Armada fue una victoria inglesa, ni las flotas que Isabel I y Felipe II fueron enviándose determinaron la hegemonía entre las dos naciones.



Fuente. http://www.abc.es/cultura/20130314/abci-invencible-ragazzona-verdadera-historia-201303141304.html

Historias de prisioneros condenados al remo

Asesinatos, pequeños hurtos, o incluso inquietar a una mujer casada. Son cientos los delitos que podían hacer que una persona con una vida normal acabara remando durante años en los buques españoles como castigo. Sin embargo, y a pesar de su variedad, la mayoría de estas penas han visto la luz gracias a que han quedado recogidas en los 25 «Libros de Galeras» que el Museo Naval de Madrid guarda y restaura desde hace varios meses.

Libros de Galeras restaurados


En estos libros era donde se registraban la dotación y el personal de una galera, que iba desde los oficiales hasta los esclavos.

Las viejas hojas de papel abren un mundo desconocido de biografías de la época. «En estos libros quedaban registrados los nombres tanto de la “gente de mar” –la tripulación-, como de la “gente de guerra” -la guarnición militar del buque-. Por otro lado, también se apuntaba a la “gente de remo”, que estaba formada a su vez por los “forzados” –presos sentenciados a penas de galeras por un tribunal-, y los “esclavos”, que nunca serían liberados».

Ficha de prisioneros

No obstante, de los 25 libros que tiene en su posesión el Museo Naval, 18 guardan exclusivamente datos de los presos forzados, a los que más atención se prestaba. Y es que, mientras que de los soldados sólo se apuntaban datos como el destino o el rango, de los prisioneros era necesario hacer una carta de presentación con todos sus datos para así poder reconocerles durante la condena.

Los Libros de Galeras reunían, entre otras cosas, las condenas de los presos


«Lo que se apuntaba en estos libros era como una especie de D.N.I. Cómo no había forma de determinar quién era cada uno, pues no disponían de fotografías, se escribía en los libros de galeras su lugar de procedencia, de donde eran sus padres, el delito que había cometido, y sus rasgos físicos más reconocibles. Además, al margen se ponía la condena que tenían, los años que debía permanecer en galeras y, al final, si era liberado».

El trabajo de los escribanos de la galera era muy concienzudo, como muestra el extracto de uno de los tomos. Así, en el centro de la hoja se puede leer: «Sebastián Martin, natural de Antequera, algunas señales de heridas en la cabeza, ojos hundidos, sumido de carrillos, de 36 años. Fue condenado por el licenciado Don Alonso Velázquez Maldonado, alcalde mayor de la ciudad de Jerez, en seis años de galeras al remo y sin sueldo, y no los quebrante pena de cumplirlos doblados, por andar inquietando a una mujer casada haciéndole muchas molestias y haberla arrojado una noche por la ventana y haberse resistido a la justicia… Fue recibido en nueve de marzo de mil y seiscientos y sesenta y un años».

Detalle de uno de los textos


«Los libros que tenemos abarcan del año 1624 hasta 1748. Realmente este tipo de registros ya se usaban antes, pero sólo han quedado estos en España, los cuales vienen del archivo de Cartagena». Estas joyas de la Historia, pertenecen a la Escuadra de Galeras de España, una de las existentes en el imperio ibérico. «En la época de Carlos V se reestructuraron las escuadras de galeras en 4: una con base en España, otra en Nápoles, Sicilia y Génova».

El mal menor

Sin embargo, y en contra de lo que puede dar a entender la gran pantalla, la condena a remos en galeras solía ser una alternativa que se daba al preso. «Era una pena durísima, pero como conmutaba una pena de muerte o una pena corporal -es decir, la amputación de algún miembro por haber cometido un delito-, era el mal menor».


Y es que, aunque las galeras eran consideradas como la principal arma naval del Mediterráneo, también hacían las veces de pequeñas cárceles a las que la justicia enviaba a cientos de prisioneros a cumplir condena. De esta forma, se lograba una doble función: limpiar las superpobladas prisiones y conseguir mano de obra gratuita que propulsara este tipo de buque, accionado casi exclusivamente a remo.

A pesar de todo, la pena no era ni mucho menos apetecible, pues, al gran esfuerzo físico, se le unían las malas condiciones higiénicas de la galera. «Estaban encadenados a los remos, con lo cual hacían toda su vida en el banco, desde dormir hasta hacer sus necesidades y comer. Siempre se ha dicho que se sabía que venía una galera por el hedor que desprendía. De hecho, los soldados de la galera solían llevar pañuelos mojados en perfumes en la cara para poder soportar el olor».

A su vez, tampoco era mucho mejor la comida de los prisioneros y esclavos. Concretamente, la «delicatessen» de la que disfrutaban todos los cautivos y forzados era el llamado «bizcocho»: un pan medio fermentado al que era de obligación agregar agua para que fuera comestible. Una vez al día, además, recibían una ración de legumbres cocidas en un poco de aceite.

Libro de Galeras sin restaurar
Además de todos estos pesares, los remeros tenían un alto riesgo de fallecer en combate. «Al ir encadenados, si el barco se iba a pique, se hundía con los remeros. Nadie solía acudir a salvarles». Tampoco mejoraban las cosas para los forzados si la guarnición del buque era derrotada en combate, pues usualmente eran hechos esclavos por el enemigo.

jueves, 23 de mayo de 2013

El Emperador "caníbal" Bokassa

Jean-Bédel Bokassa, también conocido como Emperador Bokassa I (22 de febrero de 1921- 3 de noviembre de 1996).
Tuvo 17 esposas y más de 50 hijos. Murió víctima de un ataque cardiaco el 3 de noviembre de 1996.
Bokassa nació en Bobangi, Congo francés, en la actual República Centroafricana, por ese entonces parte del África Ecuatorial Francesa. Su padre era un líder tribal. Bokassa se unió a las Fuerzas Francesas Libres y terminó la Segunda Guerra Mundial como sargento mayor condecorado con la Legión de Honor y la Cruz de Guerra.

Gobernó la República Centroafricana desde 1966, primero en calidad de dictador militar. El 4 de diciembre de 1976 fue proclamado Emperador del Imperio Centroafricano.La ceremonia, copiada de la coronación de Napoleón I, cuesta más de 3.000 millones de las antiguas pesetas.



El Emperador justificó el establecimiento de la monarquía constitucional argumentando que al crear una monarquía ayudaría al país a "desmarcarse" del resto del continente y a obtener el respeto del mundo. Fue necesario invertir más de 20 millones de dólares en la coronación del soberano, a la que asistió el pueblo.
 Estuvo presente un representante especial de la Santa Sede, aunque no hubo presencia de las casas reinantes extranjeras en el evento. El Emperador contaba con el apoyo de sectores populares, que aún añoran su régimen. Muchos pensaron que Bokassa estaba loco, y se le comparó con el dictador africano, Idi Amin, por sus egocéntricas extravagancias.Como mandar la instalación de un baño de oro en su palacio y muchas otras. La prensa rumoreaba que ocasionalmente comía carne humana.



A pesar de la dictadura, Francia continuó apoyando a Bokassa. El presidente Valéry Giscard d'Estaing era amigo y fiel defensor del emperador, y suministró al régimen importante ayuda económica y militar. En respuesta, Bokassa llevaba frecuentemente a d'Estaing a excursiones de caza en África y proveía a Francia de uranio, mineral vital para el programa de armas nucleares francés. Con el tiempo, la prensa francesa se fue volviendo cada vez más crítica de la cercana relación entre d'Estaing y Bokassa, particularmente después de que se revelara que el emperador asiduamente daba diamantes como regalo al presidente. El monumento conmemorativo del régimen monárquico aún se conserva.

En enero de 1979 el apoyo francés a Bokassa disminuyó considerablemente después de que disturbios en la capital Bangui llevaran a una masacre de civiles por parte de las fuerzas armadas.

En la década de los 80, Jean-Bedel Bokassa, Emperador de África Central, fue derrocado. Después de trece años de dictadura fue acusado de genocidio y de canibalismo. Los testigos que entraron en su suntuoso palacio declararon haber encontrado en los congeladores cadáveres humanos a los que les faltarían algunos miembros.

Tras ser depuesto en 1979 acusó al presidente francés Giscard d'Estaing de aceptar unos valiosos diamantes como regalo.

El Emperador Bokassa escapó a Costa de Marfil, y posteriormente vivió exiliado en París.pero volvió de su exilio en Francia el 24 de octubre de 1986. Fue arrestado y juzgado por traición, asesinato, canibalismo y apropiación indebida de fondos estatales. Durante el juicio fueron levantados los cargos de canibalismo, que no pudieron ser demostrados. El tribunal republicano condenó al Emperador a muerte el 12 de junio de 1987. La sentencia fue conmutada a cadena perpetua en febrero de 1988, pero sería reducida posteriormente a veinte años.