No obstante, la historia atribuye el posterior hallazgo a la perspicacia de Santa Elena, madre del emperador Constantino el Grande, que al toparse con un templo pagano dedicado a Venus, supuso que Adriano lo había erigido justo encima de los Santos Lugares, para de esta forma borrar cualquier huella del fundador del Cristianismo, lo cual no tiene ninguna lógica y menos aún documento histórico en que asentarse. Fue entonces cuando se descubre el Sepulcro, el leño de la Cruz y los clavos, y cuantas reliquias que posteriormente se repartirían, y milagrosamente se multiplicarían por todos los templos de la Cristiandad.
Tras la demolición del templo pagano en el siglo IV, Constantino mandó construir una basílica de grandes dimensiones de la que todavía hoy se pueden apreciar algunos vestigios, aunque la actual estructura date en su mayoría de la reconstrucción efectuada en el siglo XII por los Templarios. En su interior se localizan diversas capillas, dedicadas a los trágicos eventos de la Pasión.
Allí se encuentran el lugar del Calvario y no muy lejos la piedra de la Unción, en donde fue depositado el cuerpo de Jesús para embalsamarlo. Pero también alberga otros objetos curiosos nacidos de la tradición. Junto a la rotonda que alberga el Santo Sepulcro, se halla una estancia llamada “katholikon”, sobre cuyo pavimento que data de las cruzadas, está colocada una copa o grial, que al parecer fue esculpida con la piedra que cayó de la frente de Lucifer cuando se precipitó en los infiernos, y que durante el medievo fue conocida como “el ombligo del mundo”, o sea, el centro del universo.
Al llegar uno se encuentra en una plaza milenaria, frente a la fachada envejecida por el paso del tiempo. Empezamos a preguntarnos como es posible que en este lugar hubiera una colina, un jardín y una tumba. Podemos caer en la tentación de ignorar lo que los guías nos están diciendo, por la emoción de lo que estamos experimentado. Al entrar vemos a un fraile franciscano atendiendo a varios peregrinos de diversas nacionalidades, a un monje griego ortodoxo encendiendo velas, y se oye el coro armenio ortodoxo cantando la liturgia. Pasamos delante de la pequeña capilla donde un sacerdote copto ortodoxo, devotamente está diciendo su oración, y cerca de él, un monje sirio ortodoxo recita la suya. Seguimos caminando y encontramos a un padre franciscano preparando uno de los altares para celebrar la misa. Esta puede ser la estampa más cotidiana que nos podemos encontrar durante nuestra visita.
La curiosidad del Santo Sepulcro, es que existe una escalera de madera que lleva más de 120 años situada sobre una cornisa, en la parte superior derecha de la entrada principal del templo. ¿Por qué lleva tanto tiempo en esa posición? Pues porque para poder retirarla o moverla es necesario que las comunidades eclesiásticas que rigen el recinto sagrado se pongan de acuerdo, y parece ser que en más de un siglo de “fraternal” custodia y administración del sepulcro, todavía no lo han hecho. Esta situación se suele repetir en muchos detalles a la hora del mantenimiento de la Iglesia, motivo por el cual nunca se podrá encontrar el templo completamente restaurado.
Desde las cruzadas, los precintos y el mantenimiento de la Iglesia del Santo Sepulcro han pasado a manos de las tres mayores denominaciones: la griega ortodoxa, la armenia ortodoxa y la católica romana. Otras comunidades (la egipcia cópta ortodoxa, la etíope ortodoxa y la siria ortodoxa) también poseen ciertos derechos y pequeñas propiedades dentro o alrededor del edificio. Los derechos y privilegios de todas estas comunidades están protegidos por el Status Quo de los Lugares Sagrados.
Hoy en día el lugar del Santo Sepulcro de Jesús se encuentra entre las construcciones de la Antigua ciudad de Jerusalén. Rodeado por mercados, negocios de recuerdos y minaretes, invita a los peregrinos a meditar acerca del Misterio de la Redención que se desarrolló en este lugar. El tiempo y la historia han dejado sus cicatrices, no obstante ha conseguido preservar su significado incomparable. Aún cuando muchas veces nos encontramos distraídos por las masas de peregrinos que caminan en todas direcciones, podemos sentir el impulso de arrodillarnos y proclamar con alegría: “Aleluya, Jesús ha resucitado, no está aquí”. Sin tomar en cuenta a que confesión cristiana se pertenece, sentiremos que este lugar ha sido testigo de “La Gloria de Dios en Jesucristo”.
*************CONOCE EL SANTO SEPULCRO*************
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