El Dorado fue el sueño de unos hombres desencantados e insatisfechos, el lugar mítico de la inmortalidad, la sabiduría y la riqueza. La ilusión última de hombres valerosos acostumbrados a la guerra y la miseria humana, que buscaron en la perfección de este sueño un motivo para vivir, y morir.
Pedro de Ursúa
"Galán, gentil hombre y bien traído; de mediana estatura, bien proporcionado, aunque un poco adamado; la barba taheña y bien puesta: de muy buena y afable conversación; muy inclinado a cosas de misericordia y caridad, grande amigo de soldados y de conquistas y descubrimientos de indios."
(Toribio de Ortiguera describiendo a Pedro de Ursúa)
Hijo de Tristán de Ursúa y Leonor Díaz de Aux y Armendáriz, nació en el valle de Baztán en torno a 1525. Sus padres eran hidalgos locales, pero sin llegar a pertenecer a la más alta nobleza. A los veinte años llegó a Cartagena de Indias donde su tío el licenciado Miguel Díaz de Armendáriz lo apadrina con tan buena fortuna que a los 23 años es nombrado general en jefe de las tropas mandadas por el licenciado La Gasca contra Gonzalo Pizarro, aunque el joven Ursúa no llega a entrar en combate. Sí lo hace en cambio para lograr someter a los indios chitareros y reducir a los caníbales musos en 1550. Ya entonces mostró interés en buscar El Dorado, pero antes debe fundar Nueva Pamplona, Tudela y de nuevo atajar una rebelión de los musos. Luego viajará a Panamá para luchar contra los negros cimarrones, a los que envenena ofreciéndoles un banquete.
A pesar de su distinción y elegancia, que rallaban lo afeminado, Ursúa no desmereció en rudeza a sus contemporáneos, y aunque fue tildado de pusilánime y frágil, supo también ser rígido y estricto, hasta cruel, como demuestra el ejemplo de que algunos de los caudillos cimarrones fueran entregados a los perros, o la muerte de un clérigo que faltó al pago de un trato entre los dos y que murió de los malos tratos recibidos al ser conducido a presencia de Don Pedro. Nombrado Justicia Mayor de Santa Marta, Ursúa asume el compromiso de pacificar la sierra de los Tairona, donde una nueva victoria le vale el beneplácito del virrey Cañete para, por fin, poder iniciar una expedición en busca de El Dorado.
Inés de Atienza era hija de Blas de Atienza, compañero de Vasco Núñez de Balboa en el descubrimiento del mar del Sur (Océano Pacífico). Casada con un tal Pedro de Arcos tuvo ya amores con Francisco de Mendoza, pariente del virrey Cañete. En el duelo por honor entre ambos, murió el marido y la dama continuó su relación con el otro. Conoció a Pedro de Ursúa en Trujillo, poco antes del comienzo de la expedición. Ante las presiones del virrey para que la deje, Ursúa decide llevársela en su expedición. Ella vende su hacienda para sufragar el coste de la aventura, atraviesa la cordillera y se reúne con él en Huallaga. A ella y al hechizo de su belleza mestiza atribuyeron los ignorantes soldados la llamada enfermedad de Ursúa, de la que no se poseen datos fehacientes, pero que los cronistas suelen mencionar como melancolía o humor negro. Bajo esta denominación solían agruparse innumerables trastornos mentales de los que el más probable sería la depresión...
Después de que los conquistadores capturaran a Atahualpa, en 1532, un embajador indígena describió a los vencedores un ritual sagrado por el que una vez al año, un rey desnudo y cubierto de resina y oro en polvo se sumerge en un lago redondo, el Guatavita, arrojando al agua algunas esmeraldas y oro como ofrenda a los dioses. Este ritual debió dejar de practicarse desde la independencia del pueblo chibcha, que lo realizaba, y se le supone un origen conmemorativo de algún evento astrológico o lo que la leyenda ha dado en relacionar con un desagravio amoroso de un rey a su esposa. En cualquier caso nunca se ha podido demostrar la existencia de tal laguna por más que en algunas de ellas, consideradas sagradas, se han encontrado objetos de valor probablemente arrojados allí para protegerlos de los conquistadores. Partiendo de la descripción de este ritual, el ansia conquistadora y de fortuna de los aventureros españoles implicados en la conquista del Nuevo Mundo originó una leyenda fantástica que enseguida fue acogida y perseguida por la mayoría de ellos. Una ciudad fantástica, más grande de lo que alcanzaba la vista y hecha enteramente de oro, incluso los árboles, y llanuras de oro en polvo donde se recogen gemas con toda facilidad. Así comenzó el mito de El Dorado.
Durante dos siglos se creyó firmemente en este reino mágico, donde confluían las riquezas terrenales con la sabiduría suprema que los alquimistas relacionaban desde hacía siglos con el oro filosófico. El propio Carlos V cedió la explotación de parte del territorio de El Dorado para saldar sus cuentas con los banqueros Welser, y aventureros de otros países, como los alemanes Federmann y Van Hutten o el inglés sir Walter Raleigh dedicaron sus esfuerzos a perseguirlo.
Francisco de Orellana fue el primero en relacionar el reino con las tierras del Imperio Omagua, y conforme se van explorando más tierras en su busca, va cambiando su nombre: Ciudad de la Laguna, reino del Gran Paitite, Manoa, el Gran Mojo, Enim, Tierra Rica, y también su ubicación: La Guayana, el Meta, el Orinoco, Colombia, el Chaco, selva amazónica, México. El único testigo fue Juan Martín de Albujar, prisionero de una tribu durante diez años que describió la ciudad de Manoa como hecha de oro puro y que se tardaban dos días en atravesarla a pie. Fernán Pérez de Quesada, Juan Salinas y Loyola, Martín de Proveda y Nuño de Chaves, Sebastián de Belalcázar, Pedro de Silva, Gonzalo Pizarro, Pedro de Ursúa, Gonzalo Jiménez de Quesada, Antonio de Berrio, sir Walter Raleigh, Lorenzo Keimis, Nicolás Hortsman, Agustín de Arredondo, fray Domingo Brieva y fray Andrés de Toledo fueron los principales buscadores de estas riquezas.
Pedro de Ursúa
"Galán, gentil hombre y bien traído; de mediana estatura, bien proporcionado, aunque un poco adamado; la barba taheña y bien puesta: de muy buena y afable conversación; muy inclinado a cosas de misericordia y caridad, grande amigo de soldados y de conquistas y descubrimientos de indios."
(Toribio de Ortiguera describiendo a Pedro de Ursúa)
Hijo de Tristán de Ursúa y Leonor Díaz de Aux y Armendáriz, nació en el valle de Baztán en torno a 1525. Sus padres eran hidalgos locales, pero sin llegar a pertenecer a la más alta nobleza. A los veinte años llegó a Cartagena de Indias donde su tío el licenciado Miguel Díaz de Armendáriz lo apadrina con tan buena fortuna que a los 23 años es nombrado general en jefe de las tropas mandadas por el licenciado La Gasca contra Gonzalo Pizarro, aunque el joven Ursúa no llega a entrar en combate. Sí lo hace en cambio para lograr someter a los indios chitareros y reducir a los caníbales musos en 1550. Ya entonces mostró interés en buscar El Dorado, pero antes debe fundar Nueva Pamplona, Tudela y de nuevo atajar una rebelión de los musos. Luego viajará a Panamá para luchar contra los negros cimarrones, a los que envenena ofreciéndoles un banquete.
A pesar de su distinción y elegancia, que rallaban lo afeminado, Ursúa no desmereció en rudeza a sus contemporáneos, y aunque fue tildado de pusilánime y frágil, supo también ser rígido y estricto, hasta cruel, como demuestra el ejemplo de que algunos de los caudillos cimarrones fueran entregados a los perros, o la muerte de un clérigo que faltó al pago de un trato entre los dos y que murió de los malos tratos recibidos al ser conducido a presencia de Don Pedro. Nombrado Justicia Mayor de Santa Marta, Ursúa asume el compromiso de pacificar la sierra de los Tairona, donde una nueva victoria le vale el beneplácito del virrey Cañete para, por fin, poder iniciar una expedición en busca de El Dorado.
Inés de Atienza era hija de Blas de Atienza, compañero de Vasco Núñez de Balboa en el descubrimiento del mar del Sur (Océano Pacífico). Casada con un tal Pedro de Arcos tuvo ya amores con Francisco de Mendoza, pariente del virrey Cañete. En el duelo por honor entre ambos, murió el marido y la dama continuó su relación con el otro. Conoció a Pedro de Ursúa en Trujillo, poco antes del comienzo de la expedición. Ante las presiones del virrey para que la deje, Ursúa decide llevársela en su expedición. Ella vende su hacienda para sufragar el coste de la aventura, atraviesa la cordillera y se reúne con él en Huallaga. A ella y al hechizo de su belleza mestiza atribuyeron los ignorantes soldados la llamada enfermedad de Ursúa, de la que no se poseen datos fehacientes, pero que los cronistas suelen mencionar como melancolía o humor negro. Bajo esta denominación solían agruparse innumerables trastornos mentales de los que el más probable sería la depresión...
Después de que los conquistadores capturaran a Atahualpa, en 1532, un embajador indígena describió a los vencedores un ritual sagrado por el que una vez al año, un rey desnudo y cubierto de resina y oro en polvo se sumerge en un lago redondo, el Guatavita, arrojando al agua algunas esmeraldas y oro como ofrenda a los dioses. Este ritual debió dejar de practicarse desde la independencia del pueblo chibcha, que lo realizaba, y se le supone un origen conmemorativo de algún evento astrológico o lo que la leyenda ha dado en relacionar con un desagravio amoroso de un rey a su esposa. En cualquier caso nunca se ha podido demostrar la existencia de tal laguna por más que en algunas de ellas, consideradas sagradas, se han encontrado objetos de valor probablemente arrojados allí para protegerlos de los conquistadores. Partiendo de la descripción de este ritual, el ansia conquistadora y de fortuna de los aventureros españoles implicados en la conquista del Nuevo Mundo originó una leyenda fantástica que enseguida fue acogida y perseguida por la mayoría de ellos. Una ciudad fantástica, más grande de lo que alcanzaba la vista y hecha enteramente de oro, incluso los árboles, y llanuras de oro en polvo donde se recogen gemas con toda facilidad. Así comenzó el mito de El Dorado.
Durante dos siglos se creyó firmemente en este reino mágico, donde confluían las riquezas terrenales con la sabiduría suprema que los alquimistas relacionaban desde hacía siglos con el oro filosófico. El propio Carlos V cedió la explotación de parte del territorio de El Dorado para saldar sus cuentas con los banqueros Welser, y aventureros de otros países, como los alemanes Federmann y Van Hutten o el inglés sir Walter Raleigh dedicaron sus esfuerzos a perseguirlo.
Francisco de Orellana fue el primero en relacionar el reino con las tierras del Imperio Omagua, y conforme se van explorando más tierras en su busca, va cambiando su nombre: Ciudad de la Laguna, reino del Gran Paitite, Manoa, el Gran Mojo, Enim, Tierra Rica, y también su ubicación: La Guayana, el Meta, el Orinoco, Colombia, el Chaco, selva amazónica, México. El único testigo fue Juan Martín de Albujar, prisionero de una tribu durante diez años que describió la ciudad de Manoa como hecha de oro puro y que se tardaban dos días en atravesarla a pie. Fernán Pérez de Quesada, Juan Salinas y Loyola, Martín de Proveda y Nuño de Chaves, Sebastián de Belalcázar, Pedro de Silva, Gonzalo Pizarro, Pedro de Ursúa, Gonzalo Jiménez de Quesada, Antonio de Berrio, sir Walter Raleigh, Lorenzo Keimis, Nicolás Hortsman, Agustín de Arredondo, fray Domingo Brieva y fray Andrés de Toledo fueron los principales buscadores de estas riquezas.
Pedro de Aguirre
"Fue hombre de casi cincuenta años, muy pequeño de cuerpo y poca persona; mal agestado, la cara pequeña y chupada; los ojos que si miraban de hito le estaban bullendo en el casco, especial cuando estaba enojado... Fue gran sufridor de trabajos, especialmente del sueño, que en todo el tiempo de su tiranía pocas veces le vieron dormir, si no era algún rato del día, que siempre le hallaban velando. Caminaba mucho a pie y cargado con mucho peso; sufría continuamente muchas armas a cuestas; muchas veces andaba con dos cotas bien pesadas, y espada y daga y celada de acero, y su arcabuz o lanza en la mano; otras veces un peto."
(Vázquez describiendo a Lope de Aguirre)
Hombre legendario, Lope "el loco" ha dejado tras de sí una estela de leyenda y misterio que perdura aún en las tierras que atravesó con su tropa. Los fuegos fatuos que en Venezuela se aparecen con su fantasma, así como en Barquisimeto y Burburata; la bahía de Isla Margarita llamada "del Traidor" por haber desembarcado él allí; la procesión que en El Tocuyo celebra su muerte cada 27 de octubre; el llamado salto de Aguirre, en plena selva peruana, donde estando en grave peligro escribió en una piedra algunos signos misteriosos ante los que es necesario persignarse y orar. Lope de Aguirre nació en Oñate en algún momento entre los años 1511 y 1515. Fue el segundo hijo en una familia acomodada pero sin fortuna. Destinada la herencia a su hermano mayor, sus opciones eran el sacerdocio, la gran ciudad, o buscar fortuna en América. Vivió primero un tiempo en Andalucía, donde aprendió el oficio de domador de caballos, y tuvo ocasión de escuchar y aprender cosas del Nuevo Mundo.
De Sevilla partían cada primavera la Carrera de Nueva España, con rumbo a Veracruz desde donde se sigue a México y América Central, y la Carrera de Tierra Firme, hacia Cartagena de Indias y Porto Bello o Nombre de Dios. Hacia los veinte años, se menciona la fecha de 1534, embarcó hacia la historia. Poco se sabe de él durante unos años, en que los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de la identidad de varios Lope de Aguirre que aparecen en diferentes documentos durante estos años: al servicio del gobernador Pedro Heredia, en un naufragio cerca de La Habana y reembarcando de nuevo hacia América en 1539. Según lo acostumbrado en los vascongados de los siglos XVI y XVII, que solían ocupar puestos de notarios y secretarios en la corte, las cartas de Aguirre muestran a un hombre bien educado y con buena caligrafía. Pero también es grosero e intrigante, torpe y de aspecto desagradable. Desarrolló una cierta actividad en América defendiendo los intereses reales contra rebeliones de cierto parecido a la que luego protagonizó él mismo. Participa, entre otras, en la batalla de Las Salinas, la expedición de Diego de Rojas, batalla de Chupas contra Diego de Almagro, guerras civiles en el Perú, con Núñez Vela contra Gonzalo Pizarro, con Melchor Verdugo, batalla de Jaquijaguana, con Baltasar de Castilla y batalla de Chuquinga, donde es herido de gravedad perdiendo el uso del pie derecho y recibiendo graves quemaduras de arcabuz en las manos.
Así, después de casi veinticinco años de luchar por la corona se mira a sí mismo y ve a un viejo (cincuenta años en el siglo XVI eran una edad bastante avanzada) sin gloria ni fortuna, tullido y deformado por las guerras. Su única familia era una hija llamada Elvira, que se supone mestiza y de madre desconocida, y que le acompañó en la expedición hacia El Dorado escoltada por dos dueñas. Se cuenta que en Potosí, el juez licenciado Esquivel mandó prender y azotar a Aguirre por infringir las leyes que protegen a los indios. Según la leyenda, Lope caminó descalzo tres años y cuatro meses hasta que, finalizado el mandato del juez, lo encontró y lo mató a puñaladas mientras dormía en su propia casa. Huyendo de las consecuencias de su acción, se refugia en Guamanga disfrazado de negro y luego va a Tucumán. Participa en la sublevación de Cuzco contra el virrey Antonio de Mendoza, donde asesina al gobernador Pedro de Hinojosa mientras aliviaba sus necesidades en los corrales de su casa. Ordenada la muerte de todos los sublevados, Aguirre se esconde en una cueva durante un año, comiendo raíces y algunos mendrugos. Con la ayuda de algunos amigos logra escapar a la condena de muerte que pesa sobre él hasta que se declara una amnistía para enfrentar la sublevación de Francisco Hernández Girón
Reintegrado ya al bando realista, se incorpora a la expedición que Pedro de Ursúa inicia en 1559 hacia Omagua y El Dorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario