viernes, 10 de mayo de 2013

El genocidio olvidado

 
 Ankara sigue sin reconocer oficialmente que empezó a liquidar a la minoría armenia hace ya 98 años. Cualquier turco que hable de “genocidio” es enjuiciado.

Hace cuatro años, un grupo de turcos comenzó a recordar el 24 de abril de 1915. La convocatoria, hecha por una veintena de organizaciones antirracistas más varias organizaciones armenias, reunió a unas 700 personas. El pasado miércoles volvió a repetirse aquel llamamiento y fueron tres millares los turcos que acudieron. Son cifras aún pequeñas, pero significativas. Turquía tiene un problema con su pasado, con aquél día en el que comenzó una masacre que acabó con más de un millón de armenios.
 Una persecución sistemática contra una minoría étnica y religiosa que estuvo a punto de perecer por completo. La reacción habitual de la prensa y de los líderes es el silencio. No se conmemora como un día de exaltación nacional. Estos actos de recuerdo rompen el silencio, y sus convocantes han sufrido ataques en Estambul y Esmirna, pero la Policía actuó con eficacia. No quería que los disturbios le diesen al acto una mayor repercusión.
Pero ese silencio se va rompiendo por una grieta que cada vez se hace más grande. En los años 70, unos cuantos intelectuales comenzaron a llamar la atención sobre la cuestión. En 2002, con la llegada al poder del Partido para la Justicia y el Desarrollo y el acercamiento a la Unión Europea, se abre la idea de que el recuerdo de estos hechos es parte de una actitud de respeto por los Derechos Humanos.

En 2005, la Universidad de Bogazici, en Estambul, organizó una conferencia sobre los armenios que provocó violentas protestas por parte de los nacionalistas de aquel país. Ese mismo año, el novelista Orhan Pamuk, que obtuvo el premio Nobel, declaró a un medio suizo: “En mi tierra se mató a 30.000 kurdos y a un millón de armenios”. Se le juzgó por violar el artículo 301 del Código Penal, que tipifica la denigración de Turquía. Pamuk acabó abandonando el país. Elif Safak, otro novelista, también fue perseguido con el mismo artículo, como el editor Hrat Dink. Pero su caso acabó en tragedia. El juicio le convirtió en el centro de la ira nacionalista, y el 19 de enero de 2007 murió de un disparo en las oficinas de su semanario Agos.

De hecho, se ha convertido en un auténtico problema diplomático. En 2007, EE UU reconoció en las matanzas de hace 98 años un genocidio. Ankara pasa en vilo los 24 de abril –el Día del Recuerdo Armenio– a la espera de que el presidente de aquel país pronuncie, o no, el término genocidio. Este año lo ha evitado, y ha preferido mencionar a “aquellos que perecieron en una de las mayores atrocidades del siglo XX”. Israel no tiene prisa por conceder que constituyó un genocidio; no quiere degradar una palabra trágicamente ligada a su historia, todavía reciente. Aun así, y pese al acercamiento de Israel hacia Turquía, el Parlamento israelí debatía este miércoles el asunto.

Una minoría perseguidaEn la I Guerra Mundial, el pueblo armenio mantuvo su cultura, pero formaba parte de Turquía o Rusia. Al final del conflicto se creó la República Democrática de Armenia, que se ha mantenido independiente hasta ahora.

Una parte de los armenios quedó encajonado en el oeste de Turquía. Habían sufrido el hostigamiento del Estado antes de la masacre de 1915. Entre 1894 y 1895 murieron más de 100.000 armenios por la persecución del régimen otomano, en manos de Abdul Hamid II. En 1909, murieron 20.000 o 30.000 más. De hecho, la llegada de los Jóvenes Turcos fue vista con buenos ojos por los armenios. En marzo de 1914, el régimen se alineó con Alemania. La entrada de los aliados en Gallipoli hizo temer al nuevo Gobierno un levantamiento por parte de los sectores menos afectos al régimen. Y sus ojos se pusieron sobre el pueblo armenio.

Los Jóvenes Turcos, con su Comité para la Unidad y el Progreso, aprobaron varias leyes contra los armenios, como la que preveía que el Ejército podría deportar a cualquiera que considerase una amenaza. Otra norma facilitaba la confiscación de sus bienes. Y otra permitió al Gobierno confiscar sus armas, una medida que siempre ha antecedido a un genocidio.

El Centro para el Estudio del Holocausto y del Genocidio de la Universidad de Minnesota calcula que antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, la población armenia en Turquía era de 2.133.190 personas, y se redujo a 387.800 en 1922. Es más de un millón y medio de personas. Su recuerdo tiene que formar parte de una Turquía plenamente democrática.

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