Las mentes incrédulas siguen permaneciendo tan cerradas hoy como cuando lo estaban en la Edad Media, aun cuando sólidas pruebas son presentadas ante ellas. Considere entonces el descubrimiento de un gigante encontrado sepultado con su armadura. El descubrimiento fue reportado por Hugh Hodson de Thorneway en 1601, encontrado en Cumberland, Inglaterra. "Dicho gigante estaba sepultado a 3,60 mts. de profundidad en la tierra, que es ahora un trigal. Él medía 4,10 mts. de altura y estaba con su armadura completa: su espada y su hacha de batalla estaban junto a él. Su espada era de dos palmos [unos 40 cms.]de ancho, y más de 1,80 mt. de largo. La cabeza de su hacha de batalla medía 90 cms. de largo, y el eje de ella, todo de hierro, era tan grueso como el muslo de un hombre, y de más de 1,80 mt. de largo... Sus dientes medían 15 cms. de largo y 5 cms. de ancho; su frente medía más de 50 cms. de ancho. Su hueso del mentón podía contener 6 galones de harina de avena. Su armadura, espada y hacha de armas están donde el señor Sands, de Redington y donde el señor Wybers en St. Bees" (Samuel Jefferson, The History and Antiquities of Allerdale Ward, 1842, tomado del manuscrito Machel, de Carlisle, vol. VI).
En nuestros propios tiempos modernos de vez en cuando oímos hablar de algún incidente donde un humano alcanza una altura de 2,40 ó 2,70 mts., pero nuevamente tales casos son poco comunes. El gen biológico que produce humanos de estatura gigantesca es una anomalía que está casi extinguida. Retrocedamos algunos siglos cuando el mundo era enorme y todavía no totalmente explorado y los avistamientos de gigantes eran más frecuentes.
Siempre que los principios de la historia humana se desvanecen en la creciente oscuridad, la gran antigua Edad de nuestra prehistoria atlante entra sigilosamente para visitarnos otra vez. La leyenda de la Atlántida parece permanecer sólo para la memoria simbólica final de una cultura perdida, la cortina de cierre de una dorada edad pasada. Muchos hechos indican que esas tempranas civilizaciones no fueron en absoluto las que lo comenzaron todo; en vez de eso, ellas fueron los remanentes de civilizaciones perdidas quizá más altas. A la luz del conocimiento acumulado de la Atlántida hoy, sería justo decir que su destrucción también marcó el final de la Era de las razas gigantescas en su mayor parte.
Más tarde, cuando los gigantes se convirtieron en una amenaza para los dioses de Asgard, éstos por su parte se hicieron decididos enemigos. Thor, el hijo de Wotan, era conocido entre muchos otros nombres como "el Gigante Asesino". Esencialmente, el gigante es un símbolo de descontento, por el cual él o intenta destronar a los dioses o destruír la obra del hombre. La hazaña del héroe consiste en restaurar el equilibrio que había sido perturbado por los gigantes al trastornar el orden universal.
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