sábado, 2 de junio de 2012

Origen del incendio de Roma..

                                          Para los romanos, en general, al menos durante el medio siglo posterior a la muerte de Jesús, los cristianos eran meramente otra secta judía. En verdad, parecían más fastidiosos que otras sectas judías, pues se esforzaban duramente por lograr conversos.
Puesto que los cristianos no adoraban a los dioses romanos oficiales, eran considerados ateos. Y puesto que no participaban del culto imperial, eran considerados radicales peligrosos y posibles traidores. De hecho, los romanos juzgaban a los primeros cristianos de manera muy similar a como la mayoría de los norteamericanos de hoy juzgan a los comunistas.

Este sentimiento llegó a un punto decisivo en 64 (817 A. U. C. ), cuando estalló un gran incendio que duró seis días y destruyó casi totalmente la ciudad. No es difícil imaginar cómo puede empezar un incendio de este género. Las partes más pobres de Roma tenían construcciones de madera raquíticas y superpobladas. Los métodos modernos de prevención de incendios eran desconocidos y no existían los equipos modernos para la extinción del fuego. Era fácil que cualquier incendio que se produjese no pudiera ser dominado y destruyese la ciudad. Grandes incendios se habían producido en Roma antes de Nerón y otros más iban a tener lugar después de él, pero al parecer ese del 64 fue el peor del que haya quedado noticia.
Nerón estaba en Antium (la moderna Anzio), en la costa, a unos cincuenta kilómetros al sur de Roma, cuan­do el fuego estalló. Al recibir las noticias del incendio, Nerón volvió apresuradamente e hizo lo que pudo para organizar operaciones de rescate, creó refugios tempora­les para los que se habían quedado sin hogar, etcétera.
Al parecer su manía por el espectáculo pudo más que él en un momento. Al contemplar el terrible espectáculo de la enorme ciudad en llamas iluminando el horizonte a su alrededor, recordó el incendio de la ciudad de Troya y, agarrando su lira, no pudo resistir la tentación de can­tar alguna famosa canción sobre ese escenario. Esto ha sido recordado desde entonces en el relato de que Nerón «tocaba el violín» (el violín no fue inventado hasta mu­chos siglos después) mientras Roma ardía.
Se hizo algún intento de modificar las condiciones que habían dado origen al fuego. Los peores tugurios queda­ron totalmente arrasados y se intentó regular la recons­trucción, limitando la altura de los edificios y aumentan­do los materiales resistentes al fuego, al menos en los pisos inferiores. Hubiera sido una buena oportunidad para reconstruir Roma según un plan racional, pero los viejos propietarios tendían a reconstruir donde lo habían hecho antes y Roma fue una ciudad tan enmarañada y sin plan como lo había sido antes.
Nerón aprovechó la oportunidad para hacerse construir un nuevo y magnífico palacio de hormigón y ladrillos, construcción resistente y a prueba del fuego que se puso de moda en lo sucesivo, entre quienes podían permitír­selo.
El pueblo romano sospechó que el incendio había sido premeditado, y Nerón quizá pensó que sus enemigos di­fundirían la versión de que el mismo Emperador había provocado el fuego. Nerón decidió adelantarse y acusó a los cristianos. Eran un fácil chivo emisario y, como resul­tado de ello, se inició la primera persecución organizada contra los cristianos.
Muchos fueron muertos obligados a enfrentarse des­armados con leones en la arena o de otras horribles ma­neras. Según la tradición, Pablo estaba en Roma por entonces y también Pedro, el principal discípulo de Jesús y jefe de la comunidad cristiana de la ciudad. (Pedro es considerado el primer obispo de Roma y, por lo tanto, el primer papa, según la doctrina católica romana.) Se su­pone que Pedro y Pablo sufrieron el martirio en esa per­secución.
Pero las persecuciones fueron llevadas a tales extremos que, hasta según historiadores no cristianos, el populacho romano sintió piedad. En definitiva, tales persecuciones hicieron más para estimular el crecimiento del cristianis­mo que para impedirlo

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