miércoles, 29 de agosto de 2012

La Div. Azul jura fidelidad al Führer

El jueves 31 de julio de 1941 ha amanecido nublado en Grafenwohr. Tras desayunar, a las 08:00 de la mañana, los divisionarios se han dirigido a pie al campo de instrucción de Kramerberg, adonde han llegado al cabo de una hora, y donde cada unidad ha ocupado el lugar asignado bajo una débil llovizna. En el campo un altar orlado en rojo y gualda y escoltado por cañones. A su espalda, mástiles con las banderas falangistas, tradicionalistas y germanas y una compañía de honor de la Wehrmacht y su banda. En las tribunas, entre otras, hay representaciones de la prensa y de Falange Española en Berlín, y micrófonos, cuyos cables van a parar a un camión de radiodifusión de una compañía alemana de propaganda. Al pie se encuentra el General Agustín Muñoz Grandes, con su Estado Mayor, y el General Conrad von Cochenhausen, Jefe de la XIII Región Militar Alemana.



El alférez Manuel Herrador porta la bandera de España, expresamente enviada por el Caudillo Franco para la ocasión.


Una vez ubicados los españoles, la compañía de honor alemana ha desfilado y se ha colocado también en posición de firmes. Los estandartes alemanes han buscado con sables desnudos la bandera española. Un segundo toque de corneta ha sacado al abanderado y lo ha puesto al lado derecho de la tribuna presidencial, a cuya derecha se ha situado, acto seguido, el abanderado español. Las dos banderas, una al lado de la otra, van a presidir el acto de juramento. La música ha cesado y ha hecho acto de presencia el General Friedrich Fromm, representante del Führer en el acto, al que la compañía alemana ha rendido honores. A las 10:00 se ha oficiado una misa de campaña.



La bandera española y los estandartes alemanes presiden la ceremonia.


Acabada la misa, en medio de un silencio absoluto, Cochenhausen ha pronunciado la fórmula del juramento en alemán; que, acto seguido, ha repetido en español el Coronel Jose María Troncoso Sagredo:


¿Juráis ante Dios y por vuestro honor de españoles absoluta obediencia al jefe del Ejército Alemán Adolf Hitler en la lucha contra el comunismo, y juráis combatir como valientes soldados, dispuestos a dar vuestra vida en cada instante por cumplir este juramento?


Un grito de “¡Sí, juro!” ha salido al unísono de más de 16.000 gargantas, resonado en las tribunas y en todos los rincones de Alemania donde hay conectado un receptor de radio. Juramento que, de inmediato, ha sido rubricado por Muñoz Grandes y sus jefes de regimiento ante Cochenhausen, con la mano derecha extendida sobre la espada que, en posición horizontal, les ha sido presentada a cada uno por instructores alemanes.



El General Muñoz Grandes presta juramento sobre la espada que se le tiende. El juramento que han hecho los españoles difiere notablemente del que otras unidades voluntarias extranjeras han realizado (Ante ti, Adolfo Hitler, como jefe germánico, juro comprometerme con lealtad y valor. Pongo a Dios por testigo que he de honrar hasta la muerte tu nombre y las leyes de obediencia y fidelidad prescritas por tí.) Como se ve, los españoles se comprometen a obedecer hasta la muerte al Führer sólo en la lucha contra el comunismo.

Tras el juramento, el General Muñoz Grandes ha pronunciado las siguientes palabras:



¡Voluntarios españoles!
¡Soldados de honor de mí Patria!

En uno de los momentos más felices de nuestra vida y ante las gloriosas banderas de Alemania y España, habéis jurado morir antes de tolerar que la barbarie bolchevique prosiga aquella obra de odio y destrucción que ensangrentó nuestra Patria y que hoy, criminalmente pretende imponer a toda Europa.
Estas, sólo éstas, mi General, son las ilusiones que el Ejército español, enriquecido con la potente savia de la Falange, ha traído a vuestras tierras.

Decidle al Führer que estamos listos y a su orden, decidle el juramento prestado, y decidle, en fin, que lo que mi pueblo jura, lo cumple.

Frente a esa obra brutal y materialista, que a fuerza de heroísmo está rompiendo el Ejército Alemán en la más grande batalla que registra la Historia, vosotros, voluntarios españoles, lo mejor y más selecto de mi raza, os habéis alzado gallardamente y, abandonando cuanto os era más querido, las aulas de vuestras universidades, vuestros talleres y vuestros campos, anudando el corazón y dejando a vuestras santas madres, os lanzáis resueltamente al combate, en el que seguros de la victoria y en abrazo estrecho con vuestros camaradas alemanes, no aspiráis a conquistar riquezas ni botines y sí sólo a destrozar ese monstruo, azote de la Humanidad, y a que en su propia guarida, allá en las estepas siberianas, al lado de los alemanes, unas modestas tumbas españolas, regadas con sangre joven, fuerte y vigorosa, proclame al mundo entero, con la fraternidad de esos dos pueblos, la pujanza de nuestra raza.


¡Soldados de España! por mejor servir a Franco y con la memoria puesta en los que al luchar cayeron dándolo todo por la Patria, gritad conmigo:



¡Viva el Führer!
¡Viva el Ejército Alemán!
¡Viva Alemania!



Dos españoles posan mientras sus camaradas desfilan.

Tras este discuro, el General Fromm ha clausurado el acto y la División Azul ha desfilado en perfecta formación cantando el Cara al Sol mientras, significativamente, el sol ha comenzado a brillar en el cielo finalmente despejado tras la mañana desapacible. Una semana en el campo de instrucción de Grafenwöhr le ha bastado a la División Azul para incorporarse a la Wehrmacht y deberse a las órdenes del Führer Adolf Hitler y de los altos mandos alemanes.
¡Arriba España!
¡Muerte al Comunismo!

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